Por qué deberías leer hoy mismo a Salgari (sobre todo si pretendes dedicarte a escribir).

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Imagen pública de Emilio Salgari, de autor desconocido, fechada a principios del siglo XX (dominio público).

 

Seamos sinceros: el mundo literario está lleno de modas, igual que todo lo demás.

Que si la última novela negra de origen nórdico, que si el BDSM, la fantasía juvenil, los títulos largos con muchas oraciones subordinadas… Cada cierto tiempo aparece un boom que arrasa en las estanterías y te hace pensar que nunca hubo una novela como ésa. Tan revolucionaria, tan transgresora. De la misma manera, tendemos a rechazar a los clásicos con vehemencia, sobre todo si los leímos de jóvenes, y más aún si nos los recomendaron nuestros padres (por todo eso de la rebeldía de la adolescencia, que a veces se nos prolonga durante varias décadas).

Pues bien, yo voy a hablar de Salgari.

Clásico entre los clásicos, el veronés no ha recibido el justo homenaje de tiempos posteriores al suyo, como sí ha ocurrido con otros genios de las novelas de aventuras como Julio Verne, Robert E. Howard o Edgar Rice Burroughs, que incluso protagonizaron resurrecciones editoriales y múltiples adaptaciones modernas de sus obras (con ese magnífico Tarzán rubio o un Conan proveniente de «Juego de tronos»). La obra de Salgari se hizo muy popular en los años 60 y 70 del siglo pasado, sobre todo a raíz de las películas de Sandokan protagonizadas por Steve Reeves y, mucho más, por la serie de televisión italiana y posteriores películas, en las que el héroe de Malasia era interpretado por el actor indio Kabir Bedi, unido desde entonces al personaje de manera indeleble. Sin embargo, las novelas de Salgari siguen consideradas como «entretenidas» o «juveniles», privándoles del reconocimiento literario que sí se ha dispensado a otros autores de folletines de aventuras, como Verne o Dumas. De hecho, fuera del ámbito latino, rara vez se le tiene en cuenta, y eso es algo que debería cambiar.

Digámoslo sin rodeos: Emilio Salgari fue un maestro de la literatura.

Y el porqué es muy sencillo. Las novelas de aventuras se basan en tres pilares que todo escritor debe conocer: el ritmo narrativo, los personajes y el entorno (lo que ahora se empeñan en llamar worldbuilding, pero que sigue siendo lo mismo). Y Salgari dio lecciones en los tres ámbitos.

  • El ritmo narrativo es el núcleo de la historia, es el que «qué es lo que ocurre y de qué manera». En cualquier género literario es fundamental cuidar el ritmo, pero en ninguno como en la novela de aventuras. Si no hay acción, tensión, drama y emociones, ¿qué porquería de libro es ése? La aventura consiste precisamente en la dinámica con la que ocurren los hechos, y es imprescindible que el lector se sienta dominado por la trama y obligado a seguir leyendo. En esto, especialmente, Salgari es el número uno. Si has leído la primera página de cualquiera de sus novelas, sin duda habrás sentido el arrastre irrefrenable de seguir y seguir y seguir hasta acabarla. No hay posibilidad de escape. Sus trucos son sencillos, en realidad: casi siempre empieza con una escena de acción in medias res, esto es, en mitad de la trama, que luego se dedica a explicar mediante flashbacks o conversaciones breves. Los momentos de introspección escasean, y lo que más utiliza para crear la historia son momentos de tensión sucesivos. Cuando crees que por fin se van a solucionar las cosas, surge una amenaza aún más terrible. Cuando el villano está a punto de ser derrotado, se saca un inesperado truco de la manga para volver las tornas, y tu emoción vuelve a subir. Burroughs también era un experto en este asunto, pero Salgari es el mejor. ¿Has oído la definición de «arquitrama»? Pues proviene de obras como éstas.
  • Los personajes dan pie al «por qué ocurre lo que ocurre y por parte de quién». Esto también es básico. El lector se siente enganchado por los protagonistas de la historia, sus desventuras para que triunfe el bien y su evolución personal durante el proceso. Este es el apartado en el que más duramente se ha tratado a Salgari, tachándolo de repetitivo, simplón y también machista, xenófobo y no sé cuántos calificativos más. Sobre lo primero, es cierto que Salgari aplicaba una fórmula más o menos constante (héroe noble y valeroso acompañado por un escudero fiel y forzudo, y enamorado de una hermosa dama desvalida a la que rescatar, con frecuencia pariente de su peor enemigo, o bien ambos antagonistas pugnan por sus afectos, lo que genera el conflicto de intereses. Esto podemos encontrarlo tal cual en la serie de Sandokán -con el corsario que bebe los vientos por Mariana Guillonk, la Perla de Labuán, sobrina del odiado lord James Guillonk-, el Corsario Negro -que se tortura por su relación con Honorata de Wan Guld, hija del gobernador de Maracaibo, su rival jurado-, en «Las águilas de la estepa» -donde asistimos al largo enfrentamiento secreto entre los primos Hossein y Abrei por la hermosísima Talmá-,  y en «Las panteras de Argel» -en la que el barón de Santelmo, Caballero de Malta, intenta rescatar a su prometida de las garras del corsario otomano que la ha secuestrado para casarse con ella-, por citar sólo unos ejemplos). Pero, en vez de considerarlo repetitivo, la fórmula es más bien un arquetipo de las novelas de aventuras, presente de la misma manera en la búsqueda de Dejah Thoris por parte de John Carter de Marte, o de Jane por parte de Tarzán. En aquellos tiempos, los héroes rescataban a sus damas, como trama fundamental, derivada de las novelas de caballerías y el amor cortés. Y sin embargo, Salgari ya adelanta a las primeras heroínas de acción, mujeres fuertes decididas a pelear sus propias guerras (como el Capitán Tormenta, que no tiene nada que envidiar a las Bêlit o Sonya de Rogatine que escribió Howard, o incluso la Talmá de «Las águilas de la estepa», a la que tampoco le tiembla la mano a la hora de empuñar una pistola y defender su casa). No podemos entender este asunto como machismo, al menos no como lo vemos en el siglo XXI, ni juzgar a los autores del XIX con nuestros ojos presentes. Por supuesto que eran machistas, y colonialistas, y antidemocráticos, si pretendemos utilizar los criterios de hoy en día, pero incluso en esos parangones Salgari rompió barreras. Frente a la evidente defensa del colonialismo británico realizado por H. Rider Haggard en «Las minas del rey Salomón» o por Rudyard Kipling en toda su obra, Sandokán era un príncipe de Borneo expulsado de su trono por esos mismos británicos, a los que combatía. Teniendo en cuenta que su primera aparición data de 1883, la figura del pirata debe ser entendida como absolutamente revolucionaria.
  • Y llegamos al asunto más crucial: el entorno narrativo. Las novelas de aventuras se caracterizan por la presencia de lugares exóticos, cuyas costumbres, flora y fauna resultan determinantes en el desenlace de la historia. Y nadie sabía más de entornos que el veronés, ya que los cultivó todos: la Malasia del siglo XIX, el mar Caribe en el XVII, el Mediterráneo en el XVI, las Guerras Púnicas, el Salvaje Oeste, la estepa turana, Siberia, Alaska, el desierto del Sáhara… Todas las épocas y todas las localizaciones sirvieron de escenario a sus aventuras, y en cada una de ellas hacía gala de un enorme conocimiento sobre la geografía, los pueblos, los rituales, las lenguas y demás técnicas de inmersión del lector. Siempre había espacio en la novela para explicar una forma específica de tortura, muy típica en aquel entorno; o una manera de navegar, o de alimentarse. Toxinas, frutas, velas. Nada escapaba a su conocimiento, en un tiempo en el que no existían maneras de documentarse como las de hoy en día, y a un ritmo de producción inimaginable, llegando en algunos momentos a escribir cuatro novelas al año. Y cada una con su propia idiosincrasia. Se cuenta que pasaba horas y horas en la biblioteca pública de Turín, obteniendo mil datos para documentar sus historias, y también en tabernas portuarias, recabando anécdotas, explicaciones, chanzas de mar… Su fin era entretener pero también enseñar, divulgar entre sus contemporáneos las maravillas que investigaba sobre los lugares más remotos.

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Portada original de «Le tigri di Mompracem» (1900)

 

Pero hay algo aún más fascinante que todo esto: la propia vida del autor. Salgari es un misterio en sí mismo, un personaje de aventura tan increíble como los de sus páginas. Imaginativo y voluntarioso, se reinventó mil veces, a veces de verdad y a veces sólo en las historias que contaba de sí mismo, tan abigarradas como las literarias. Nacido en Verona en 1862, ni viajó tanto como dijo, ni tuvo una vida tan apasionante. Muchas historias se han contado de él, y pocas formas tenemos de verificarlas. Se ha dicho que era cínico y mentiroso, violento, bebedor compulsivo, de ánimo cambiante y frecuentes períodos de locura, al igual que su esposa, Ida Peruzzi, a la que se ha tildado de demente, ninfómana descontrolada y contagiada de sífilis por el autor, tras uno de sus frecuentes viajes. Aun así, dicen que se amaban locamente, dominados por sus extraños temperamentos pero sin separarse jamás, como si fueran los protagonistas de la saga de los piratas de Malasia. Prueba de ese temperamento es el hecho de que el autor pasó seis meses en prisión durante el año 1893 debido a un duelo con el periodista Giuseppe Biasioli, tras el que éste tuvo que ser hospitalizado.

Ganó celebridad en vida, pero siempre vivió en la miseria, en gran parte por la explotación a la que lo sometían sus distintos editores. Y esto sólo acrecentó su desequilibrio mental, descontrolado tras el ingreso de su esposa en una clínica psiquiátrica. Su padre se había suicidado en 1889, y él mismo lo intentó en 1909 arrojándose sobre una espada, sin éxito, debido a la oportuna intervención de su hija Fátima. En 1911 finalmente lo consiguió, en Turín, a los 47 años, realizando el tradicional rito japonés del seppuku o harakiri, tal y como si fuera uno de sus nobles personajes. Después se cortó la garganta. Lo encontró una lavandera que iba al bosque a por leña, y aún agarraba con fuerza la navaja en la mano. Su funeral no fue especialmente noticia, y eso a pesar de ser enormemente popular en aquel entonces, y de que la Casa de Saboya (que reinaba en Italia desde 1861) le había nombrado caballero en el año 97.

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Pero el drama familiar no terminó ahí, pues dos de sus hijos también se quitaron la vida (Romero, en 1931; y Omar, en 1963). Los héroes de Salgari siempre deseaban morir en combate, defendiendo sus ideales, pero, a diferencia de él y los suyos, nunca murieron de verdad, porque viven para siempre en la imaginación de varias generaciones de lectores entregados.

A sus hijos les legó una carta póstuma: «Queridos hijos míos, ya ahora estoy vencido. La locura de su madre me ha destrozado el corazón y todas las energías. Espero que mis millones de admiradores, a quienes durante tantos años he divertido e instruido, los ayudarán. No les dejo más que 150 liras, más un crédito de 600 liras… Háganme sepultar por la caridad dado que estoy completamente arruinado. Los besa a todos con el corazón sangrante su desgraciado padre, Emilio Salgari.

Post data: Voy a morir al Valle de S.Martino, cerca del lugar donde, cuando vivíamos en la calle Guastalla, íbamos a merendar. El cadáver se encontrará en uno de los barrancos que conocen, porque íbamos allí a recoger flores».

Y a sus editores les escribió en un tono muy distinto: «A ustedes, que se han enriquecido con mi piel, manteniéndonos, a mí y a mi familia, en una continua semi miseria o aún más, sólo les pido que, en compensación por las ganancias que les he dado, piensen en mis funerales. Los saludo quebrando la pluma. Emilio Salgari».

Salgari escribió ochenta y cinco novelas y unos ciento cincuenta cuentos, casi todos enmarcados en el género de aventuras. Su dominio de esos tres pilares de los que hemos hablado es portentoso, hasta el punto que es imprescindible que lo conozcas si deseas dedicarte a escribir. Sólo podrás ser buen escritor si antes eres un lector apasionado, y sólo podrás escribir buenos libros hoy si antes conoces al dedillo a los maestros de antaño, los que crearon los mitos y asentaron los cimientos del género.

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Hogar de Emilio Salgari en la ciudad de Turín, cuya placa reza:

«Entre estas paredes Salgari vivió en la pobreza mas absoluta, poblando el mundo de los personajes nacidos de su imaginación inagotable, fiel a un ideal caballeresco de lealtad y valor. Debido a que los italianos no olvidan su genio aventurero y su doloroso calvario. La revista «mar italiana» realiza este recordatorio. Turin 30 de abril de 1959».

 

Yo estoy acabando «Las águilas de la estepa» y después me lanzaré a «El león de Damasco». ¿Y tú? ¿Qué joya de las novelas de aventuras vas a leer este verano?

Más información acerca del autor en este enlace.

Más de mis experiencias pasadas con la literatura y el cine, en este otro enlace.

6 comentarios en “Por qué deberías leer hoy mismo a Salgari (sobre todo si pretendes dedicarte a escribir).

  1. Muchas gracias por recordar a Salgari y mi enhorabuena por esta semblanza de su vida y obra que cumple a la perfección con su objetivo principal: ahora mismo tengo unas ganas tremendas de desempolvar mis libros de Salgari.

    Tan solo me atrevo a añadir un comentario sobre algo que me atrevería a llamar anacronismo de lo políticamente correcto: No se puede juzgar a un autor más que en el contexto de su época. Es un error torpe y malintencionado aplicarle principios actuales, por muy razonables que sean, a quien vivía en una sociedad radicalmente distinta. ¿Dejan de ser válidos los razonamientos de la Republica de Platón porque viviera (y asumiera) en una sociedad esclavista? Habría muchos más ejemplos de este tipo en los que se juzga autores por sus principios e ideas sin tener en cuenta que en su tiempo no eran una opción, como hoy, sino la norma impuesta por la ley y la costumbre.
    Pero vamos, en un mundo donde la gente lleva un icono antihomofobo impreso en la parte de atrás de su movil y no lo sabe… ¿que otra cosa se podría esperar?

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  2. Estoy totalmente de acuerdo contigo, Israel. Todo autor es hijo de su tiempo, sus costumbres y su sociedad, con los valores imperantes en cada momento. Y, a pesar de eso, Salgari se esforzó en mostrar a otros pueblos sin juzgarlos, a retratar mujeres fuertes y autónomas, y a condenar el colonialismo imperante. Por ello es doblemente necesario ensalzarlo, no sólo como escritor, sino como intelectual.

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  3. Pingback: Una entrada muy interesante sobre Emilio Salgari. – El Destrio

  4. Es cierto que este autor no ha sido reconocido como mereciera, ni antes, ni después.
    Yo personalmente me inicie en la lectura con el y con Julio Verne, fueron suyos los primeros libros de aventuras que me regalaron para el día de reyes, recuerdo que pertenecían a una colección que fui ampliando con los pocos ahorros que conseguía en aquella época.
    Gracias por publicar esta entrada, me ha parecido muy interesante.

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  5. Ya no es sólo que no reciba el reconocimiento que merece, es que tampoco se reeditan sus libros, ni se planea hacer nada con sus obras en otros medios, ahora que están tan de moda las series y las películas pulp. Sería el momento perfecto para una serie sobre el Corsario Negro, o una gran producción sobre Sandokan (igual que ha ocurrido con Tarzán), pero sigue siendo un autor oscuro y poco valorado, por desgracia.

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