«Black Sails», la serie que no guarda ningún parecido (aunque te digan lo contrario) con «La isla del tesoro» (o cómo matar la gallina de los huevos de oro en cuatro temporadas)

Jolly Roger

Hace un tiempo, guiado por la siempre seria y responsable web de Fran Zabaleta, decidí probar suerte con la serie de televisión «Black Sails», una especie de precuela de mi adorada «La isla del tesoro» (¿aún no la has leído? Eso es porque no conoces este artículo sobre la mejor novela de aventuras de la historia). Parece ser que la famosa producción, creada por Jonathan E. Steinberg y Robert Levine para la cadena estadounidense Starz, nació con la idea de contar lo que había ocurrido veinte años antes de la novela, mezclando personajes de ésta (sobre todo el insigne capitán Flint, motivo de la historia) con personajes reales que conforman el macabro pasado de la piratería, como Anne Bonny, Charles Vane o Barbanegra.

Qué bien, ¿no? Suena prometedor.

Pues sí, la primera temporada es deliciosa, con un guion bien estructurado, unos personajes formidables y unas escenas que nunca se podrán borrar de tu cabeza. Pero a partir de ahí la cosa flojea, se pierde, gasta tiempo en tramas secundarias que acaban ahogando a las principales (sí, era un juego de palabras: piratas ahogados… eeeeeh… vale, sigo). Y lo más terrible de todo: se dedican a contarte detalles que nunca importaron lo más mínimo, porque no era de eso de lo que iba la novela.

Como dijo Alan Moore, «No quiero que me expliques el contenido del cinturón de Batman: quiero buenas historias en las que lo utilice».

Seguro que no te crees lo que digo, sobre todo si lees la maravillosa crítica que hizo Fran Zabaleta sobre la serie. Bueno, pues voy a explicar mis opiniones (y aviso con tiempo: HABRÁ MUCHOS, MUCHOS SPOILERS).

Empecemos hablando sobre «La isla del tesoro»:

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  • Esta novela fue publicada por entregas en la revista Young Folks entre los años 1881 y 82, y posteriormente como libro al año siguiente. Fue el primer gran éxito del escritor escocés Robert Louis Stevenson, a quien más tarde deberíamos grandes obras de la literatura universal como «La flecha negra», «El extraño caso del doctor Jekyll y mister Hyde» o el escalofriante relato «El diablo en la botella» (de estos dos últimos hablaremos más adelante en este mismo artículo). Conoció el éxito en vida, pero sufrió de una salud terrible y de una adicción al alcohol, hasta morir con sólo 44 años. Fue amigo de William Butler Yeats, Mark Twain y de J. M. Barrie, de este último hasta el punto que algunos de los marineros de la tripulación del capitán Garfio afirmaron en su libro haber servido con anterioridad a Flint en su barco, el Walrus. La influencia de Stevenson en la historia de la literatura, y en la novela de aventuras en particular, es indeleble, y de hecho hoy en día «La isla del tesoro» sigue considerada como la mejor de novela de aventuras de todos los tiempos, sólo cuestionada en ese puesto por «Los tres mosqueteros» y «Las minas del rey Salomón» (hay un chisme muy conocido a este respecto: cuando se publicó «La isla del tesoro», su fama fue tan inmensa y tan instantánea que un joven Henry Rider Haggard se apostó con su hermano a que él era capaz de escribir algo mejor, y de ahí salió «Las minas del rey Salomón». ¿Qué creéis? ¿Diríais que ganó la apuesta?).
  • La trama de «La isla del tesoro» es una de las mejor conocidas: el joven Jim Hawkins es el hijo de los dueños de una modesta posada en la costa de Inglaterra llamada Almirante Benbow (situada en la costa norte de Devon, junto a la solitaria carretera entre Devon y Bristol), donde recala un viejo pirata moribundo al que se conoce como Billy Bones, entre cuyas pertenencias se oculta el mapa del mítico tesoro del capitán Flint, que se encuentra enterrado en una isla desierta del mar Caribe. A partir de ahí, y tras la muerte del señor Hawkins, comienzan las andanzas de un montón de personajes que desean apoderarse del tesoro, cada uno para sus propios fines, centrando la acción en las vivencias de Jim (narrador y protagonista) y en los diversos adultos que lo rodean.
  • «La isla del tesoro» es uno de los mejores ejemplos de lo que se conoce como novela de aprendizaje o formación (en alemán original: Bildungsroman), género consistente en narrar las peripecias de un personaje central durante su paso de la infancia o adolescencia a la edad adulta, y los condicionantes que marcan qué clase de persona llegará a ser. Otras novelas del mismo tipo serían «El Lazarillo de Tormes», «La forja de un rebelde», de Arturo Barea, o  «La sombra del viento», de Carlos Ruiz Zafón. Así, en las páginas de «La isla del tesoro», el joven Jim se esfuerza por conseguir la fortuna que aguarda enterrada, pero a la vez debe elegir entre dos figuras paternales que desean proyectar su sombra sobre él: el noble y heroico doctor David Livesey (que además se deja entrever que está interesado en la viuda Hawkins), y el taimado y manipulador pirata Long John Silver (capaz de convencer a cualquiera de cualquier cosa, y de sacar beneficios de casi todos los demás personajes de la obra). Silver es uno de los villanos mejor construidos de la historia de la literatura, su habilidad para cambiar las situaciones desfavorables en ventajosas da unas cuantas vueltas a la trama de la novela, y su maldad es tan arquetípica y su ambición tan desmedida que termina por caer bien por necesidad. Es más, la imagen que hoy en día tenemos de los piratas (con un gran sombrero de tres picos, pata de palo y loro en el hombro) proviene directamente de esta novela, igual que los conceptos de tesoro enterrado y una X en un mapa marcando el camino, y no de la auténtica piratería del siglo XVIII. Stevenson era un creador formidable, y seguramente debió pensar en matar varias veces a Silver a lo largo de la novela, pero él logró escaparse siempre, tal y como escaparía varios años después Sherlock Holmes de la muerte pensada por su creador. Hay personajes tan grandes, tan dulces de leer y tan importantes que terminan por cobrar vida propia. La influencia de Long John Silver se siente en cada página de «La isla del tesoro», a pesar de que no aparece en toda la primera parte. Stevenson confesó en una carta que se había basado, para crear a Silver, en la figura del escritor William Ernest Henley, mutilado de una pierna durante su infancia debido a la tuberculosis, y a pesar de eso uno de los hombres con más carácter, fuerza y dominio de los demás que había conocido nunca, debido sobre todo a una voz portentosa que hacía que los hombres lo temieran. Ese contraste mítico entre un cuerpo incapacitado y una voz capaz de obtener un inmediato respeto fue lo que el escritor quiso llevar al papel, y así nació el controlador John Silver, cuya pierna de madera no logra retenerle en absoluto. ¿He dicho ya que me fascina el personaje?
  • Y luego está el tema del tesoro. Según la novela, el capitán Flint y su tripulación habían logrado reunir, después de una vida de fechorías, la enorme suma de 700.000 libras en oro y plata, tras lo cual procedió a enterrarlo en una isla del Caribe y a darse a la bebida. Según sus antiguos marineros, Flint murió en 1754 en la ciudad de Savannah, Georgia, debido a los efectos nocivos del ron, y lo hizo cantando su canción de pirata, que ha pasado a la leyenda:

 

«Quince hombres en el cofre del muerto. ¡Ho, ho, ho!

¡Y una botella de ron!

La bebida y el diablo se llevaron el resto. ¡Ho, ho, ho!

¡Y una botella de ron!».

(Por cierto, si quieres saber más acerca de la apasionante historia que rodea a esa canción, echa un vistazo a este artículo).

 

  • Ni Flint ni su vida anterior merecen demasiadas explicaciones en la novela, dotándolos de un aura de misterio que los convierte en irreales. Ni siquiera llegamos a saber el nombre de pila del famoso personaje. El tesoro es la tentación, el poder, la vida salvaje, la brisa del mar en la cubierta de un barco sin patria, es enarbolar la Jolly Roger y asaltar mercantes españoles, es la última posibilidad de ser libres. Stevenson muestra a los piratas como rebeldes de todas las naciones, canallas con escaso respeto por la vida y las propiedades ajenas, cuya existencia resulta extremadamente tentadora. Habían sido declarados hostis humani generis («enemigos de toda la humanidad»), esto es, perseguidos por cualquier país y cualquier barco de guerra que se topen, y justamente por ello constituyen la última porción de tierra libre que queda en el planeta (echa un vistazo a la historia de la república pirata de Nassau, que no tiene desperdicio. Allí se hicieron famosos los nombres de Benjamin Hornigold, Barbanegra, Charles Vane, Jack Rackham, Anne Bonny y Mary Read, como hablaremos más adelante). Y el tesoro es su legado, el billete hacia esa vida ya desaparecida, que encarna magistralmente Long John Silver. Es el poder sin límites, y por eso plantea la metáfora de cómo actúa cada uno cuando está a su alcance ese poder: el doctor Livesey es honrado a pesar de todo (y, llegado el momento, se dedica a tratar las heridas de sus enemigos, aunque eso ponga en peligro su vida), mientras que Silver es taimado hasta sus últimas consecuencias (organiza un motín, traiciona a sus aliados y se arrima a quien haga falta, personificando el mal absoluto, que precisamente por eso resulta tan tentador). Con esta novela, Stevenson plantea el debate moral del bien frente al mal y cómo el poder hace florecer nuestra auténtica naturaleza, del mismo modo que plasmó en «El extraño caso del doctor Jekyll y mister Hyde» o en el relato «El diablo en la botella». Es la leyenda del anillo de Giges: cuando una persona puede alcanzar un poder lo bastante grande, es cuando se muestra en todo su esplendor, sin los disfraces que nos otorga la civilización. Por eso «La isla del tesoro» es una novela tan maravillosa.

 

¿Bien? ¿Convencidos?

Bueno, pues ahora hablemos de «Black Sails», a ver si le encontráis algún parecido:

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  • Esta serie se sitúa unos veinte años antes de los sucesos narrados en «La isla del tesoro», y en ella no hay novela de aprendizaje, ni debate moral ni tentaciones (más que las carnales). «Black Sails» trata sobre la república pirata de Nassau, de la que hablamos más arriba, y en ella integran dos cuestiones «fundamentales»: cómo hizo Flint para obtener su gran tesoro, y cómo fue que Silver perdió la pierna (y se convirtió en ese personaje tan maravilloso).
  • Toda la primera temporada se centra en los intentos del capitán Flint por obtener la suculenta carga del navío español Urca de Lima, un barco auténtico que embarrancó en Florida en 1715 y que formaba parte de una enorme flota arrasada por un huracán (curiosamente este barco, cuyo verdadero nombre era Santísima Trinidad, apenas transportaba más que material de abastecimiento, mientras que eran otros los veleros de la flota encargados del oro y la plata, pero es su nombre el que ha pasado a la historia). Así, Flint se muestra como un hombre con un sueño: plantar cara a los grandes imperios europeos y reinar en la isla de Nueva Providencia, levantar un gobierno propio formado por personas libres que no le deban nada a nadie. Para ello, este tesoro se convierte en la llave fundamental (en la actualidad, el lugar donde ocurrió el naufragio del Urca de Lima ha sido investigado por numerosos equipos de arqueólogos durante el siglo XX y ha sido incluido en el Registro Nacional estadounidense de Lugares Históricos).
  • Por otra parte, tenemos a un joven John Silver que se enrola (mitad por la fuerza, mitad por gusto) en la tripulación pirata del Walrus, el barco de Flint, y allí consigue (mitad por casualidad, mitad por engaño) la única copia de la ruta que va a seguir el Urca de Lima, razón por la cual todos quieren hacerse con él: Flint, Charles Vane, Jack Rackham y varios más.
  • De fondo vemos el día a día de los piratas en la república independiente de Nassau, siempre amenazada tanto por el Imperio español como el británico, y con permanentes piques entre ellos. El violento Charles Vane, el mítico Barbanegra, la relación entre Jack Rackham y Anne Bonny, los negocios locales (sobre todo el prostíbulo), la esclavitud de los hombres negros o el pasado de cada personaje como clave para entender su futuro. Pronto sabremos que Flint es un antiguo oficial de la Royal Navy llamado James McGraw, quien tuvo que desertar debido a un escándalo pasional en Londres con lord Thomas Hamilton y su esposa (sí, se acostó con los dos, aunque en momentos diferentes), y eso destrozó la vida de los tres personajes, con Flint como gran pilar de la historia. Ese triángulo amoroso (partido por la mitad debido a los prejuicios de la sociedad inglesa de la época) es exactamente contrario al de Rackham, Bonny y la prostituta Max, ya que ellos son libres en Nassau pero resultan destrozados por sus propios sentimientos, y no por su entorno. A veces los hombres no son esclavos tan sólo por las cadenas de metal, también por sus propias conductas.
  • Del mismo modo, John Silver se ve mezclado en diversos conflictos por la capitanía del barco (en aquel entonces se practicaba en los navíos piratas un sistema de decisiones bastante democrático, caracterizado por los debates y las votaciones libres, a diferencia de la jerarquía militar de las armadas europeas), y termina perdiendo una pierna en batalla, torturado encima de una mesa. Desde entonces adquirirá el aspecto que ya conocemos por la novela, aunque, como vemos, lo de manipular a la tripulación ya le venía de antiguo.

 

¿Entonces? ¿Por qué no me gusta «Black Sails»?

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  • Básicamente porque la propia serie no sabe de qué va. Se supone que es una precuela de «La isla del tesoro», pero no tiene nada que ver con el planteamiento de la novela (el debate entre el bien y el mal, y el desarrollo moral de un adolescente que tiene que elegir entre ambos), y en cambio se pierde en asuntos tan irrelevantes como la orientación sexual del capitán Flint o a quién quiere más Anne Bonny, si a papá o a mamá. Convierten la pierna de John Silver en asunto de Estado, cuando nunca fue más que ambientación. Y al final hasta eso se difumina.
  • Nassau se muestra como un elemento muchísimo más importante que el tesoro del Urca de Lima, y parece que a partir de la segunda temporada los guionistas están mucho más interesados en los culebrones internos de la isla que en la historia que ellos mismos habían planteado en los primeros capítulos. El navío español deja de importar y desaparece de la historia, los amoríos y lealtades cambian de repente y sin previo aviso, los bandos se transforman en cualquier momento y el motor de la historia nunca dura mucho (el tesoro español, la posesión del fuerte de Nassau, el destino de una joven inglesa, el perdón real, el ataque de la flota… ¿veis como nada se mantiene ni siquiera un tiempo?).
  • Es complicado seguir una historia que bandea de un lado a otro, aparentemente sin control. ¿Cómo juzgar una narración que no parece estar narrando nada, que no va hacia ninguna parte ni transmite ningún mensaje final? ¿De qué trata «Black Sails»? Pues… de piratas. Es difícil sacar nada más en claro, porque el propio guion no lo sabe.

 

Eso no implica que sea una serie mala, todo lo contrario, es una gran serie de aventuras con una gran ambientación histórica, sólo que no sabe a ciencia cierta lo que quiere contar. Puede parecer un detalle tonto, pero a mí esas cosas me preocupan bastante, y me declaro incapaz de hacer lo que decía John Byrne cuando leyó «El regreso del caballero oscuro»: contentarme con mirar los dibujos.

Nunca me importó lo más mínimo cómo perdió la pierna Long John Silver, porque no era ésa la grandeza del personaje. Nunca quise saber cuál era la orientación sexual de Flint, y de hecho nunca me había preguntado cuál era su nombre de pila. Me dan igual los debates entre los marineros del Walrus si esos debates no llevan a ningún lado y al capítulo siguiente hay otro debate exactamente igual.

No quiero conocer el contenido del cinturón de Batman: quiero una buena historia. Quiero sorprenderme.

Y «La isla del tesoro» ya tiene todos los elementos necesarios para sorprenderme, no necesito ahondar más.

A veces el diablo no tiene por qué estar en los detalles.

Más comentarios, más locuras y más críticas como ésta (o incluso mejores) en este enlace.

6 comentarios en “«Black Sails», la serie que no guarda ningún parecido (aunque te digan lo contrario) con «La isla del tesoro» (o cómo matar la gallina de los huevos de oro en cuatro temporadas)

  1. Pingback: N. C. Wyeth, el pintor de piratas rabiosos, barcos en guerra y mares encrespados por la tormenta – Gabriel Romero de Ávila

  2. Oscar

    Pfff que no hay debate moral en la serie Black Sails?, Que la historia se centra en cómo perdió la pierna Flint?…No amigo, creo que de verdad no comprendiste bien la historia…los.personajes están construidos con una profundidad bastante interesante que se va dejando ver conforme la serie transcurre….de hecho cada personaje entra en un debate moral entre defender sus ideales o claudicar a ellos…más bien tu no lograste captar la profundidad de la serie y la de cada personaje….Un ejemplo es cómo van construyendo a Silver como el magnífico y temible villano que se lee en la novela (nada que ver en qué la serie se centra en cómo pierde la pierna)
    La isla del tesoro es una novela maravillosa, está serie ofrece un preámbulo muy bien construido…creo que tú opinión está demasiado sesgada y basada en lo que los demás opinan de la serie….se más objetivo

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    1. Gracias por tu comentario. Valoro mucho que hayas entrado en mi artículo y hayas querido dejarme tu opinión. Como puedes ver, se trata de un artículo largo que pretende argumentar mi valoración en relación a la propia serie y a la novela que se supone que complementa. Me encantaría saber por qué tú la ves de esa manera y quizá me abras los ojos, porque ya has visto que yo no la tengo en tan alta estima. Un saludo.

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