«La reina demonio del río Isis»: Una novela y su portada

A la hora de plantear qué portada lucirá la estupenda novela «La reina demonio del río Isis» (¿aún no te habías enterado de que en estos días verá la luz?), pensé en muchas de las enseñanzas que había estudiado sobre este peliagudo tema: que sea llamativa, que tenga colores vivos, que represente el mensaje de la historia, que sea fácil de maquetar con el título y tu nombre, que transmita un mensaje…

Demasiados condicionantes para algo fundamental en una novela: la portada es lo primero que entra por los ojos, el grito que atrapa la atención del lector en mitad de una mesa de novedades y hace que agarre el libro, que lo sopese, que lea la sinopsis y se plantee llevárselo a casa. El resto ya depende de la historia en sí, pero ese primer paso depende de la portada.

Y entonces pensé: ¿De qué va realmente «La reina demonio»? ¿Qué mensaje es el que quiero transmitir en su portada?

La historia es apasionante, a mi modo de ver: El mayor burdel del norte de África en 1852, durante el conflicto silencioso entre el Imperio británico y el otomano por dominar toda aquella región, y su futuro en manos de dos únicas personas, el sencillo espía británico encargado de planificar la invasión y la reina del burdel, que intentará seducirlo y arrastrarlo a su bando, que tampoco queda muy claro cuál es. Por supuesto, ni él es un sencillo espía ni ella es únicamente la reina de un burdel, y en cada uno de sus actos hay encerrado un mar de elecciones equivocadas, pasiones, frustraciones, dioses y espíritus enfrentados, cada uno luchando por el alma de un mortal. El resultado, como es lógico, nunca está escrito, y siempre será mucho más sorpresivo de lo que podemos llegar a creer.

Y entonces recordé un detalle específico de la novela, una descripción particularmente interesante de las actividades del burdel: en aquella época oscura, de moral reprimida y cumplimiento religioso de cara a la sociedad, las esclavas del burdel solían colocar los faroles en el suelo, de forma que no pudiera verse nada de lo que ocurriera por encima de ellos, y así los hombres que acudían, inmersos en aquella oscuridad, podrían ser libres, ya que nada de lo que hicieran sería visible. El hecho de bajar los faroles al suelo los liberaba de su estricta moral, abriendo las puertas del deseo y de la verdadera naturaleza de cada cuál. Allí podrían ser ellos mismos, sin importar la imagen que dieran, pues nada iba a ser percibido por ojos curiosos, y a nadie tendrían que dar cuenta de sus actos.

Por tanto, ¿qué mejor resumen de lo que significa «La reina demonio» que la imagen del farol en el suelo, iluminando la nada y dejando a oscuras lo que no se quiere ver?

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