Por Aaminah Quill, directora general de «Visit Nilidia».
Esta semana celebramos el inicio de una nueva etapa dorada en «Visit Nilidia», justo en los mismos días en que encaramos la mayor de las tristezas en nuestra nación, debido a unos hechos trágicos de los que aún no nos hemos recuperado.
El día 2 de mayo se anunció públicamente la compra de este mítico semanario por parte de la corporación Qart Hadasht, empresa de telecomunicaciones cuya sede social radica en Nilur. Por tanto, «Visit Nilidia» vuelve a ser el periódico de este país, vuelve a sus calles, a su gente. Ocupa otra vez las furgonetas de reparto, las mesas de los cafés frente al mar y sobre todo las conversaciones de la gente, que es lo más nos interesa. Después de una época oscura en la que fue víctima de la crisis ecónomica (y, por qué no decirlo, de una importante crisis de confianza de su público de siempre), hoy «Visit Nilidia» tiene un nuevo rumbo, una nueva junta directiva y en breve nuevos accionistas, tal y como siempre se mereció.
Lo que muchas personas no saben es que este semanario fue fundado en 1929 por Allan Walker y Taymullah Farûq, dos historiadores y profesores universitarios aficionados a las revistas pulp (de las que fueron colaboradores habituales), el teatro popular (para el que escribieron la llamada «obra maldita», «La reina demonio del río Isis») y las reformas sociales (que luego continuó Farûq tras la revuelta popular de Abdel Haqq de 1930). Allan Walker falleció en la batalla de Basser, en 1930, pero su espíritu humanista continuó en «Visit Nilidia».
Esta revista siempre se ha movido bajo los principios de la cultura, la democracia y el respeto por todas las personas, sean cuales sean sus orígenes, convicciones y creencias. Fue un miembro de nuestra redacción el primero en entrar en la corte de Opar, y otro acompañó la primera expedición en barco hasta las fuentes del río Isis, y otro levantó el silencio impuesto por el Gobierno británico sobre las duras condiciones de vida en Fawar. «La verdad aunque duela» ha sido nuestro lema durante décadas, y ahora no renunciaremos a él.
El día 2 de mayo fui nombrada directora general de esta revista, y justo ese día un comando terrorista atentó contra la Primera Ministra de Nilidia, la señora Ayesha Cartwright. Dos jóvenes entrelazaron sus manos al paso del coche oficial y detonaron sendas bombas que llevaban en el interior de sus cuerpos. El vehículo recibió un impacto de tal potencia que el conductor falleció en el acto, el laureado coronel Faysal Embed, y la Primera Ministra sufrió heridas muy graves por las que, aún hoy, no se encuentra fuera de peligro. El personal sanitario del Hospital General Rey Abdel Haqq continúa luchando por su vida, pero las noticias no son halagüeñas.
Curiosamente, este atentado recuerda poderosamente al ocurrido en la Ópera de Ranuhi en 1872, durante la boda entre el general Daniel Rutherford y la dama lady Margawse de Braemar, que se cobró la vida del primero. En aquel entonces la acción violenta se debió a los restos del Ejército otomano establecidos en el país, que luego conformaron el Movimiento de Liberación Nilidio. Hoy el atentado ha sido reivindicado por un grupo que se denomina «Setesh vive», y que está aunando a numerosos jóvenes que no saben nada del pasado, y por ello lo repiten como autómatas.
Algunas cosas vuelven porque tenían que volver, como «Visit Nilidia»; y otras se repiten porque el mundo es demasiado estúpido como para no repetir sus viejos errores, y hay grupos de poder que utilizan la ignorancia de los débiles como armas fácilmente sacrificables en una guerra que nunca versó sobre ideologías, dioses o lenguas, sino únicamente sobre el maldito dinero.
No en 1872, sino desde que nuestros primeros padres nómadas decidieron establecerse junto al río Isis, y entonces nació Nilidia. Y empezaron estos problemas.
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