Esta semana tuve la enorme fortuna de participar en Literania 2017. Feria atípica donde las haya, celebraba su primera edición en el Parque de La Vaguada, en Madrid, y derrochaba constantemente ilusión. Desde su organizadora, la fantástica Lusa Guerrero, cuyo amor por los libros superaba cualquier expectativa; hasta los muchos locos, soñadores y emprendedores que nos juntamos bajo aquellas carpas blancas. Ha sido increíble formar parte de un proyecto así, ha sido ilusionante y me ha llenado de energía para unas cuantas vidas más. Pasear entre aquellas mesas suponía disfrutar de la magia de la creación, conocer autores de obras apasionantes y compartir su empeño por mostrar al mundo su trabajo, armados tan sólo con una sonrisa esperanzada y un bolígrafo bueno de firmar. Y una infinita ilusión por la literatura.
Por eso decidí ser escritor, para compartir yo también mi empeño y recibir el de otros, para conectar de maneras que resultan imposibles sólo con el lenguaje hablado, para ocupar la misma mesa de novedades que autores grandísimos, para coger un micrófono y explicar ante una multitud lo que he hecho (justamente el mismo micrófono que habían utilizado Alberto Vázquez-Figueroa y Ana González Duque, de los que intento aprender día a día), para expresarme con palabras escritas que durarán para siempre.
El tiempo pasa y cada vez soy más viejo, pero eventos así servirían para llenar de alegría una veintena de vidas, si mi dichoso karma tiene a bien concedérmelas. Salí de Literania con la convicción de que hay grandes personas dedicándose a las letras, y es un orgullo enorme poder codearse con ellas un solo día, un momento del tiempo efímero o una eternidad. Quién sabe.
Encantada de haberte conocido allí y mucha suerte!
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Igualmente, fue un gustazo y me encantó todo lo que viví aquellos días. Una de las mejores cosas que me llevo de ser escritor es conocer a gente tan fantástica. Gracias por todo.
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