
Durante siglos, los cuentos fueron la manera de educar a los pueblos, de transmitir enseñanzas, de crear valores o de advertir sobre las amenazas que aguardaban en la oscuridad. Las ancianas se reunían en torno a las hogueras y contaban historias acerca de dioses coléricos, genios caprichosos y personas virtuosas que lograban el éxito contra todos los demás. El malvado recibía su castigo, el valor se recompensaba y los pobres con honor terminaban siendo ricos.
Esto resultó muy importante en sociedades antiguas, donde la corona, la riqueza y los títulos nobiliarios se heredaban sin necesidad de merecerlos y en el bosque se escondían bandidos capaces de matar a cualquiera por unas pocas monedas. Los curanderos dominaban el arte de utilizar las hierbas y casi todas las enfermedades resultaban mortales, extrañas e incomprensibles. De ahí surgieron los cuentos de brujas, maldiciones, princesas condenadas y príncipes que acudían a rescatarlas. También los lobos feroces y los leñadores que protegían a las niñas pequeñas, los enanos que cavaban en la montaña y las hadas madrinas.
Cada sociedad ha tenido sus cuentos, acordes con su propia escala de valores. Cuando los pueblos cambian, sus dioses cambian con ellos, y por tanto las historias en las que se cuentan sus hazañas. Las ideologías, los sueños de futuro y las pretensiones de los cuentacuentos se han ido adaptando al paso del tiempo, y Neil Gaiman sabe de eso, como ha demostrado en muchas de sus obras.
Este autor inglés de amplia formación clásica ha cultivado, a lo largo de los años, su habilidad para reescribir los cuentos antiguos y darles nueva vida. Si Coraline es una versión actualizada de Alicia en el país de las maravillas, y si en The Sandman mostró sus enormes influencias shakespearianas, La joven durmiente y el huso propone una renovación completa del cuento de la bella durmiente y de Blancanieves, en una historia común en la que no hay ningún príncipe que venga a rescatarlas, sino que son ellas mismas ⸺con la ayuda de tres enanos muy graciosos⸺ las que tendrán que apañárselas para acabar con la bruja. O las brujas, que cada una tuvo la suya. O quizá sean una misma familia de brujas que se dedica a abusar de los simples mortales.
«La reina se despertó temprano aquella mañana.
⸺Sólo una semana ⸺dijo en voz alta⸺. Dentro de una semana seré una mujer casada.
Sonaba increíble y, al mismo tiempo, definitivo. Se preguntaba cómo se sentiría siendo una mujer casada. Si la vida consistía en elegir, aquello supondría el final de la suya. Al cabo de siete días ya no le quedaría elección. Gobernaría a su pueblo. Tendría hijos. Quizá muriera al dar a luz, quizá muriera muy anciana, o en el campo de batalla. Sin embargo, en el camino que llevara a su muerte, cada paso que diera sería ineludible.
Oía a los carpinteros trabajar en los prados que se extendían más allá del castillo; construían una grada para que sus súbditos pudieran asistir al enlace. Cada martillazo sonaba como un latido».

Así comienza la historia, que en cierta forma supone un final para la vida de Blancanieves. Su madrastra ha muerto y ella por fin ha heredado el reino que perteneció a su padre. Aun así, debe casarse con el príncipe que la salvó, algo que la está quemando por dentro. ¿Cómo será su vida de casada? ¿A qué tendrá que renunciar? ¿Y por qué debe renunciar a algo solo por el hecho de ser mujer?
De ella se espera que contraiga matrimonio, que gobierne con justicia y que dé al reino unos hijos que mantengan el linaje. Pero ¿y si eso no es lo que desea para su vida? ¿Y si realmente sueña con viajar, luchar, acabar con brujas como la que estuvo a punto de quitarle la vida?
De pronto, llega a sus oídos una historia apasionante: la de una maldición que está asolando el reino vecino, por la que humanos y animales caen dormidos y nadie es capaz de despertarlos. Exactamente igual que le ocurrió hace décadas, según cuentan, a una princesa que cayó bajo la maldición de una bruja, y que desde entonces duerme en el interior de un castillo rodeado de zarzas a la espera de quien pueda rescatarla.
Para la reina no puede haber una excusa mejor: una aventura, un viaje, una última lucha antes de casarse. Empuñar su espada, cabalgar su mejor montura y dirigirse hacia la guerra al frente de sus tropas. Demostrar su valor, no solo su linaje.
Gaiman plantea en La joven durmiente y el huso un cuento de mujeres valientes, poderosas y decididas que avanzan hacia el peligro sin inmutarse. Al principio son víctimas y materia de cambio, pero luego descubren la manera de decidir por sí mismas y se hacen dueñas de su destino. Y todo eso contado con unas hermosísimas ilustraciones de Chris Riddell que hacen de este libro un verdadero tesoro.
Especialmente recomendado para todo aquel que haya leído cuentos alguna vez en su vida. Es decir, para todos los pueblos de la humanidad.
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