Los eternos 30 años de los superhéroes

Entre las creaciones de ficción del siglo XX, los superhéroes destacan como un ente propio que ha logrado desligarse de cualquier atadura, definición y medio concreto. Aunque nacieron en el cómic americano, han logrado atravesar cualquier frontera política, nacional, generacional y de formato, y eso se debe básicamente a su capacidad de adaptación. Los superhéroes de los años 40 no se parecen demasiado a los de los 60 —cuando ya habían adoptado los clichés del género romántico y el realismo callejero que les impuso Stan Lee—, a los de los 80 —cuando los autores británicos rehicieron el canon, analizaron sin tapujos el papel del héroe dentro de la sociedad y lo llenaron de filosofía— o a los de hoy en día —cuando las que marcan las corrientes creativas son las versiones cinematográficas—.

Superman fue quien lo originó todo, publicado por primera vez en el número 1 de la revista Action Comics, en junio de 1938. En ese cómic aparecieron ya todos los elementos que configuraban el mito: los poderes sobrehumanos, el traje de colores brillantes, la búsqueda de la justicia, la doble identidad y el triángulo amoroso. Clark Kent, Lois Lane y Perry White serían elementos fijos desde entonces, y sobre todo los villanos a los que combatir, en aquel entonces empresarios corruptos que abusaban de la gente humilde y a los que el héroe ponía en su sitio. Ese afán revolucionario se iría diluyendo con el paso del tiempo y con la aparición de otros héroes disfrazados y de sus contrapartidas malvadas: Batman (1939), Namor (1939), la Antorcha Humana (1939), el Ultra–Humanoide (1939), Lex Luthor (1940), Flash (1940), Capitán América (1941), Wonder Woman (1941)… El género de superhéroes había explotado y con él llegaron los programas radiofónicos, los dibujos animados, los muñecos y peluches, los disfraces, los seriales cinematográficos, los cromos y hasta los cereales para el desayuno. Cualquier objeto que mostrara a un superhéroe se vendía mejor. Fue el mayor boom cultural de la época, que ningún otro personaje igualaría nunca, ni Flash Gordon ni Tarzán. Ellos también han contado con muchas adaptaciones a diversos medios, pero su legado y su importancia histórica no son comparables.

El género de superhéroes se ha publicado de forma prácticamente ininterrumpida desde 1938, pero sus personajes siempre logran mantenerse jóvenes generación tras generación. Y esa es una de sus características más peculiares. Mientras Tarzán, el Príncipe Valiente, Conan y John Carter envejecían, tenían familia y cambiaban de estatus con las décadas, Superman y Batman han permanecido casi inalterados en un limbo de unos 30 años y los que han envejecido son quienes los rodean: Dick Grayson ha dejado de ser un niño y ya se considera adulto, y el comisario Gordon llegó a la edad de jubilación y se retiró con su pensión de policía. Esto, por supuesto, conlleva una serie de problemas de continuidad. Spiderman ha dejado de ser un adolescente de quince años, ha terminado una carrera y ha dado clases en la Universidad, pero los Cuatro Fantásticos no han cumplido tantos años como él y Reed Richards sigue en los cuarenta y tantos con los que empezó su carrera de superhéroe. Oliver Queen cumplió cuarenta y cuatro durante la etapa de Mike Grell en su serie, pero el resto de la Liga de la Justicia no parece que comparta década con él, sino que allí todos han pasado a tratarlo como el abuelo del grupo.

En los últimos años, tanto Superman como Batman han tenido hijos que han crecido en poco tiempo y han evolucionado hasta poder acompañarlos en sus aventuras. Jon Kent y Damian Wayne acaparan protagonismo como Superboy y Robin, pero eso no hace sino complicar el asunto de la edad de sus padres. Si Dick Grayson era un niño cuando empezó a ser Robin y ahora se ha hecho adulto, ¿qué ha pasado con Jimmy Olsen? ¿Y Lois Lane? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde la primera aparición de Superman?

El asunto del tiempo siempre es peliagudo en el mundillo de los superhéroes. Todos comparten universo —al menos los de cada editorial— y ninguna empresa se atreve a deshacerse de sus principales cabeceras, y de las ventas que tienen aseguradas, a cambio de producir otras nuevas. De hecho, no hay un solo personaje que haya despuntado en el género a la altura de los clásicos, a pesar de la intención de los guionistas por renovar el plantel. Pero las ventas que acompañan a Superman, Spiderman o el Capitán América no se comparan en absoluto con las de Ms. Marvel o Batwing, y eso lo saben. Harley Quinn o Deadpool atraen a grandes masas de lectores, pero el legendario plantel de héroes tradicionales se mantiene prácticamente inalterado, lo que fomenta la creación de nuevas aventuras y la necesidad de mantener una situación estable del personaje central. Puede cambiar de trabajo, de pareja o de estado civil, pero, como decía Carlos Pacheco, cada veinte años hay que hacer limpieza del trastero y volver a empezar.

Cada editorial ha ido capeando el paso del tiempo de la mejor manera posible. Primero fue sencillo, bastaba con dejar de decir que Reed Richards y Ben Grimm eran veteranos de la guerra de Corea y olvidar ese detalle, o que Iron Man se había enfrentado a agentes soviéticos durante su primera época, pero luego empezaron a surgir problemas difíciles de solventar. Frank Castle, el Castigador, originalmente había luchado en la guerra de Vietnam, pero de eso han pasado ya casi cincuenta años. Por tanto, había que buscarle otra guerra. Para solucionarlo, y que fuera un apaño duradero, Kurt Busiek, Mark Waid y Yildiray Cinar se inventaron un país, Siancong, donde pudieron englobar todos los conflictos militares que necesitaran como excusa argumental. Así, se supone que la guerra de Siancong ha durado décadas, como una forma de extensión de la Guerra Fría para tratar de hacerse con el control del país, y esto resulta muy útil para diversos personajes. Así, Stark, Castle, Richards y Grimm habrían participado en un momento u otro de esta larguísima guerra y pueden volver cuando quieran, porque Siancong permanece en el mismo sitio —aunque sea irreal— y la guerra continúa mientras les apetezca a sus guionistas, que lo bueno de los países inventados es que no tienen que ser fieles a la Historia.

El problema sigue ahí y va a seguir mucho tiempo, al menos mientras los superhéroes se sigan vendiendo igual de bien y haga falta mantenerlos jóvenes, guapos, atractivos y capaces de enormes proezas físicas. Nadie está dispuesto a matar la gallina de los huevos de oro, de modo que los principales personajes no se jubilarán nunca. Solo lo han hecho en mundos alternativos, como Tierra–2, y ahora también en el Universo Cinematográfico de Marvel, donde los grandes actores de la franquicia se han retirado y con ellos los héroes que encarnan.

¿Hacemos apuestas sobre cuánto tardará la productora en reiniciarlo todo y elegir a un nuevo Iron Man, un nuevo Thor y un nuevo Capitán América que sustituyan a los anteriores?

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