Qué he aprendido como autor de… «Figuras ocultas», de Theodore Melfi.

Figuras ocultas

Ayer estuve en el cine viendo «Figuras ocultas», la película de Theodore Melfi sobre las (muchas) mujeres de color que trabajaron en la NASA en los años anteriores a la llegada del hombre a la Luna, y en concreto sobre tres de ellas que participaron activamente en la misión del astronauta John Glenn, que logró dar tres órbitas completas al planeta Tierra. Al mismo tiempo, es un testimonio de la lucha por los derechos civiles en la América de los años 60 y, aunque en ocasiones se ven linchamientos y peleas entre grupos de activistas y la Policía, los momentos más duros se viven por la indefensión de las mujeres de color ante las vejaciones sistemáticas a que las sometía la sociedad de su época, en ese país que siempre saca pecho al hablar de libertad y democracia, pero cuyo pasado reciente fue bastante escandaloso. Si no lo habéis hecho aún, leed sobre la vida de Rosa Parks. Os encantará.

No es ningún secreto que adoro cualquier narración situada en el pasado, de hecho es con lo que aprendí a leer y lo que me llevó a escribir novelas. «Figuras ocultas» es una delicia en todos esos detalles que me encantan: la música de los años 60, los vestidos, los bailes, las casas, el lazo en el pelo de la niña en una de las últimas escenas o las primitivas computadoras de una naciente IBM. La ambientación es increíble, produciendo una inmersión total del espectador en una época que ya todos parecemos conocer, gracias al esfuerzo de Hollywood. No hay nada que rechine, ni las miradas de desprecio de los blancos ni el orgullo de frente bien alta de los negros, que entonces ya empezaban a exigir lo que realmente les pertenecía. Hay coches y naves, trajes de astronauta, collares de perlas y gafas (yo creo que Kevin Costner ha vuelto a usar las mismas de «JFK», que no le han hecho gafas nuevas).

«El diablo está en los detalles», como dice la frase, y aquí los detalles son apabullantes. García Márquez lo llamaba «la tramoya de una obra», los trucos que emplea el autor para llevar al lector / espectador donde él quiere, para contarle una mentira y que parezca verdad. A la hora de generar suspensión de la incredulidad, la ambientación es lo más importante.

Sin embargo, y ésta es la enseñanza del día, en ningún momento la preciosa ambientación ahoga la historia, que sigue siendo lo más importante. Los actores agarran todo eso y crean su película, a base de miradas cargadas de significado, réplicas hirientes, lenguaje corporal complejo y mucha, mucha inteligencia. Hay que ser un auténtico genio para crear algo así, entendible por cualquier público en cualquier lugar del mundo, disfrutable por cualquier edad y que en ningún momento se pierde (y sería muy fácil). Estas mujeres son humanas, y precisamente por eso aman, sufren, lloran y pelean. No son dioses cuya epopeya cuenten los bardos. Son de carne y hueso, y al resaltarlo es cuando las amas más todavía.

Moraleja:

«Documéntate, estudia, aprende, controla la época en la que vas a mover tu historia como si realmente tú mismo hubieras vivido en ella… pero nunca olvides que a lo que te dedicas es a contar algo, y ésa debe ser tu principal misión. Lo demás es decorado».

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