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Todo el mundo (o casi todo el mundo) sabe la historia de la creación del Taj Mahal, pero muy pocos conocen la Capella de Nossa Senhora das Vitórias (en São Miguel, Azores), que también fue erigida por amor.

Conocida como «La isla verde», São Miguel es la mayor y más poblada de las islas del archipiélago de las Azores. Colonizada por Portugal desde mediados del siglo XV, su posición ideal en mitad de las rutas que cruzaban el Atlántico la convirtió en punto habitual de parada y comercio. Grandes terratenientes prosperaron en esa enorme extensión de tierra y vegetación salvaje, dejando a su paso bellos rastros de su vida.

Uno de estos grandes hombres fue José do Canto, intelectual que removió por completo la vida en la isla. Experto en botánica, introdujo nuevas especies en Azores, creando en 1845 el fastuoso Jardim José do Canto, en Ponta Delgada. De hecho, este maravilloso espacio de unas seis hectáreas de extensión y más de seis mil especies vegetales se continúa con el Palacio de Santana, residencia del Presidente del Gobierno de Azores, y todo el conjunto ha sido declarado como de interés público por este Gobierno. Do Canto también es célebre como bibliógrafo y compilador de importantes obras literarias, que hoy forman parte fundamental de la Biblioteca Pública e Arquivo Regional de Ponta Delgada.

Pero por lo que recordaremos hoy a este personaje es por la creación, entre 1864 y 1882, de la Capella de Nossa Senhora das Vitórias, una hermosísima capilla de estilo neogótico al suroeste del Lagoa das Furnas, en la isla de São Miguel.

Ésta, en realidad, es una preciosa historia de amor. En 1852 falleció la amada esposa de José do Canto, Maria Guilhermina Taveira Brum do Canto, y éste juró que, en recuerdo a lo mucho que la adoraba, construiría una capilla para ella. Sería algo nunca visto, en la región más insospechada de la isla donde había nacido y crecido. Imitaría el estilo de las colosales catedrales góticas del continente europeo, pero estaría rodeada por el poderoso verde de la vegetación que tanto había significado en su vida, y junto al lago más hermoso que uno pueda imaginar. Y así lo hizo.

Por desgracia, José do Canto no pudo ver la obra realizada, pues él mismo murió en el año 1862, pero dejó encargado en su testamento que la catedral se completase del modo en que él había dispuesto. El arquitecto André Bretón asumió el encargo y completó semejante tarea en 1882.

Desde entonces, José y Maria Guilhermina descansan juntos en su interior, del mismo modo que siempre habían estado juntos en vida. Su amor y su fe fueron más fuertes que el tiempo, la enfermedad, la muerte y el olvido. Su recuerdo está ahora enclavado en el corazón de la jungla de las Azores, como un símbolo de la más preciosa declaración de amor.

Y espero que este breve y modesto artículo sirva también de la misma manera, porque el amor es la fuerza más importante del mundo, y cuando es de verdad supera el tiempo, los escollos y la estupidez humana. Por grande que sea ésta última.

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