Historicidad vs narración.

Valerio Massimo Manfredi

El día 9 de marzo cumplió años Valerio Massimo Manfredi, uno de los autores de novela histórica más reputados y famosos del mundo, y con ese motivo escribí este artículo acerca de una de sus novelas menos conocidas (y peor valoradas): «El caballero invisible».

Además, esta semana leí esta crítica de Fran Zabaleta acerca del último libro de Ken Follet: «El caballero invisible». Recuerdo las entrevistas que le hicieron al autor con motivo de la publicación del libro, en las que ya recibió bastantes críticas por la escasa veracidad del componente histórico de la novela. Y claro, es una novela histórica, así que se supone que tiene que ser verdad lo que cuenta, ¿no?

Pues eso tampoco está muy claro. Estos días, con motivo del artículo de Fran, he leído unas cuantas aseveraciones que me han sorprendido, y que se pueden resumir en la siguiente frase: «Las novelas históricas no son libros de Historia, así que ya se espera que no todo va a ser verdad».

Es una opinión que me parece muy, muy interesante (no estoy de acuerdo, pero me interesa): ¿hasta dónde tiene que acercarse a la verdad el escritor de novela histórica? ¿Y el de novelas de aventuras? ¿Se le permite a éste último ser más laxo con la historicidad que al primero? (tu subconsciente está diciendo que sí, aunque te sorprenda, pero es que los tópicos tienen estas cosas).

Recuerdo un artículo de Pérez-Reverte de hace unos años en el que un lector le decía: «Me encanta toda la investigación histórica que ha incluido en su última novela… Se nota que ha tirado de Wikipedia unas cuantas veces, ¿eh?». Dejando aparte las tendencias suicidas que tienen algunos, la creación de una novela ambientada en el pasado conlleva necesariamente una investigación. No se puede situar la acción en 1852 (como hice yo con «La reina demonio del río Isis») y que, por ejemplo, de repente el protagonista le mande un whatsapp a su novia. Sé que esto podría parecer descabellado, pero aún recuerdo el cabreo que pilló también Pérez-Reverte por el uso, en la serie de televisión «Alatriste», de banderas que aún no existían en aquel período histórico. Y claro, en una superproducción hay dinero para contratar a un asesor histórico, pero el escritor tiene que buscarse la vida solito. Y por otra parte es cierto que estamos en la mejor época para realizar una investigación histórica de cualquier tema, ya que sólo hace falta un clic en el lugar adecuado para que aparezcan ante ti dioses egipcios, guerras del opio, rifles medievales saharianos o pomadas con antídotos para los más terribles venenos (juro que todas ésas son búsquedas reales de información que he realizado yo mismo para esa novela en la que estoy trabajando).

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Pero luego hay otro tema: el interés creciente por la Historia. El pasado de la Humanidad es una fuente inagotable de inspiración para novelas, y hay períodos que piden a gritos que un escritor se fije en ellos, como la época de los corsarios berberiscos en el Mediterráneo, la exploración del África negra o la relación entre Roma y Egipto (sí, de todo eso también va lo que estoy escribiendo).

Así que aquí llegamos al quid de la cuestión, y a la verdaderamente divertido de escribir ficción ambientada en el pasado: cuánto cambiar para meter la historia que tú quieres contar.

Alexandre Dumas era uno de los mayores genios de la novela de aventuras, y de los mayores expertos en retorcer la Historia para que cuadrase con sus novelas. Son conocidas las incorrecciones históricas que aparecen en «Los tres mosqueteros», y sin embargo eso no quita que siga estando considerada como una de las mejores novelas de aventuras de todos los tiempos.

Arturo Pérez-Reverte es uno de los escritores que mejor ambienta sus novelas en el pasado (y un admirador confeso de Dumas). La saga «Alatriste» es un prodigio de estudio de su época, por donde discurren espadachines, novicias, judíos perseguidos, soldados de los Tercios, inquisidores, ladronzuelos, infantas y reyes. Y todas las escenas están perfectamente documentadas: el teatro en las corralas, las conspiraciones contra la Corona, los matrimonios pactados, las guerras de Flandes y la actividad de los corsarios en el Mediterráneo. Y todo eso sin perder jamás el ritmo narrativo.

Pero sin duda el maestro absoluto en este campo era Emilio Salgari. El veronés recorrió, en sus más de 80 novelas, todas las épocas y lugares donde podía tener cabida una aventura: el far west, el Caribe en el siglo XVII, Malasia en el XIX, Chipre en el XVI, Siberia, Alaska, Filipinas, Argelia, la India o China. Y en todas esas ocasiones mostró un conocimiento excepcional de las costumbres, la vestimenta, las creencias e incluso la alimentación de sus personajes, pues Salgari creía en el poder educativo de la ficción. Para conseguirlo, pasaba horas y horas en la biblioteca investigando libros de Historia, etnografía o botánica, y luego lo volcaba en sus novelas.

Manfredi es un término medio. Su trabajo suele versar sobre civilizaciones antiguas: Grecia, Roma, Persia o Macedonia. Su esmero con la recreación histórica es excepcional, e incluso recuerdo leer de adolescente su trilogía «Alexandros», en la que incluía un apéndice explicando qué partes de la Historia real había cambiado para su novela y por qué. Eso es respeto por la Historia y sus protagonistas. Claro, que Manfredi es arqueólogo además de escritor (aunque eso tampoco garantiza nada).

Así que volvemos al debate que motivó este artículo: ¿dónde está el límite de la flexibilidad a la hora de ambientar una novela en el pasado? ¿Hasta dónde puede un escritor modificar los hechos a su antojo?

Diría que la respuesta es mucho más sencilla de lo que podría parecer: el límite está en el respeto.

El respeto hacia la compleja y apasionante Historia de la Humanidad.

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Más novelas históricas, más escritores y algunas locuras que no vienen al caso en este enlace.

3 comentarios en “Historicidad vs narración.

  1. Yo también me inclino hacia la historicidad, y si hay que tomarse licencias que sean pequeñitas, pequeñitas. Aunque, por ejemplo, soy más partidaria de centrar la acción en personajes propios que en figuras históricas. Y lo mejor, creo, es añadir en la novela una nota histórica en la que el autor diga claramente qué es lo que se ha inventado, en caso de haberlo hecho. Un debate muy interesante, sin duda.
    (He terminado Los tigres de Mompracén y debo decirte que la segunda mitad del libro mejoró mi impresión total, en parte por lo que comentas de la documentación obsesiva, que se nota sin caer ni una sola vez en el infodumping. Leeré sin duda el siguiente 😊)

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    1. Es la eterna duda del escritor de novela histórica, y estoy muy de acuerdo contigo. Yo también prefiero centrar la historia en un personaje ficticio dentro de un ambiente histórico real. Eso te permite incluir las vivencias que te apetezcan, pero siempre desde el respeto. Yo creo que el respeto es clave en este asunto.

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  2. Pingback: Proyecto #ViveLosClasicos: Las mejores novelas de aventuras de todos los tiempos. – Gabriel Romero de Ávila

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