En 1927, un escritor desconocido llamado John Steinbeck publicó su novela de debut: «La taza de oro, vida de sir Henry Morgan, bucanero, con ocasionales referencias a la historia». Esta obra no obtuvo reconocimiento de ninguna clase, y ese escritor desconocido tuvo que esperar hasta 1935 para triunfar, con la impresionante «Tortilla flat». Steinbeck se hizo célebre por su descarnada representación de la vida en California, que luego repetiría en las renombradas «De ratones y hombres» (1937) y «Las uvas de la ira» (1939). Sin embargo, «La taza de oro» contiene elementos de fantasía poco corrientes en la obra de Steinbeck, sólo presentes en «Los hechos del rey Arturo y sus nobles caballeros», novela publicada de manera póstuma en 1976.
Puedes leer una amplia reseña de «La taza de oro» en este artículo de Vigo é.
Sin embargo, es importante detenernos en esta habilidad tan poco frecuente en un escritor: mezclar con sabiduría el fiel retrato realista de la novela histórica con elementos de fantasía, en este caso pertenecientes al mito artúrico. «La taza de oro» trata sobre la vida de sir Henry Morgan, corsario galés del siglo XVII que atacó numerosas ciudades del Caribe, como Portobelo, Maracaibo y sobre todo Panamá (conocida entonces como «la taza de oro», por sus enormes riquezas), pertenecientes a la Corona española. Estos hechos le sirvieron para obtener el beneplácito de su rey, que le otorgó el título de caballero y lo nombró vicegobernador de Jamaica. Pero Steinbeck no se limita a retratar los hechos históricos constatados, más bien eso le importa poco, y en su novela mezcla a Morgan con otro galés bastante más famoso que él: el mago Merlín.
Incluso la famosa «taza de oro» de Panamá queda reflejada como una gran copa con asas a ambos lados, lo que nos recuerda bastante al Santo Grial, del que hablaría Steinbeck años después en «Los hechos del rey Arturo».
Es decir, que, a pesar de tratarse de una novela de piratas en el Caribe, se notan de sobra las alusiones al ciclo artúrico, del que Steinbeck era un fan absoluto.
Merlín es uno de los personajes principales de ese ciclo, casi con la misma importancia que el trío central: Arturo, Ginebra y Lanzarote del Lago. Según la leyenda, Merlín era hijo de un íncubo y de una monja seducida por éste. El niño resultante vino al mundo con el fin de propagar el mal, y para ello contaba con grandes poderes sobre la naturaleza, el clima, los espíritus y los animales. Pero Merlín rechazó el mal y se convirtió en consejero de grandes reyes, primero Uther Pendragon y después su hijo Arturo. Uther fue un gran rey de Britania, en la época posterior a la caída del Imperio romano. Sus hazañas están presentes en numerosas historias locales, y se dice que su estandarte era un dragón. Sin embargo, Uther cayó perdidamente enamorado de Igraine, la esposa de Gorlois, duque de Cornualles, con quien ésta había tenido tres hijas: Elaine, Margawse y Morgana. Gorlois y Uther se declararon la guerra, y el primero encerró a su mujer en el castillo de Tintagel, para evitar que Uther se hiciera con ella.
(Restos del castillo de Tintagel, en Cornualles, Reino Unido)
Entonces el rey pidió ayuda a Merlín, ya que con el poder de su espada no podía alcanzar a Igraine. Entonces el mago le propuso un trato: la magia haría posible la unión de Uther e Igraine, pero deberían entregarle a Merlín el fruto de esa unión. El rey aceptó, y esa noche su apariencia se transformó en la del duque Gorlois. Atravesó sin problemas las defensas del castillo de Tintagel y yació con la duquesa. Por la mañana, Gorlois murió, por lo que Uther se hizo con sus tierras y se casó con Igraine. De esa unión nacieron dos hijos: Arturo y Ana.
Así pues, Arturo fue el resultado de una unión impía, como el propio Merlín (a diferencia de los mesías y los héroes clásicos, que eran producto de la unión entre un dios y una mortal). Merlín se comprometió a educar al niño para que trajera el bien al mundo y no el mal, y por ello se lo entregó a sir Héctor, un poderoso noble que prometió enseñarle junto a su propio hijo, sir Kay. Con el paso de los años, el rey Uther falleció, y entonces se reveló que tenía un hijo natural, Arturo, oculto hasta entonces. Se ha hecho famosa la imagen de Arturo proclamado rey al extraer de una piedra la espada mágica llamada Excalibur. No hay gran consenso sobre el origen de esta espada: unos autores afirman que era la espada del rey Uther, que la dejó clavada en la piedra a su muerte, y que sólo un heredero directo suyo podría empuñar; otros cuentan que la forjó Merlín en la mítica isla de Avalon; y algunos dicen que se la entregó la Dama del Lago, que era amante de Merlín.
Nimué, conocida como la Dama del Lago, es otro de los personajes fundamentales de esta historia. Según se refiere, Nimué era una joven de quien se enamoró profundamente Merlín, y por ello le enseñó todo cuanto sabía sobre la magia, a cambio de su amor. Pero ella temía al brujo, por ser hijo de un demonio, y decidió encerrarlo en una cueva por toda la eternidad. De ese lugar no podría salir nunca Merlín, pero ella podría entrar y salir libremente. Algunos autores cuentan que Merlín había podido ver su destino con claridad, pero era tan intenso su enamoramiento por Nimué que no hizo nada por evitarlo.
Pues bien, ésa es la imagen que emplea John Steinbeck para representar a Merlín: la de un venerable anciano que aconseja a los héroes desde tiempos remotos, encerrado para siempre en las montañas galesas y envidiando la libertad y el poder de la juventud. Cuando el joven Henry Morgan acude a la cabaña del mago para que éste le aconseje, Merlín le dice:
«—Así que te vas a ir a las Indias. Siéntate aquí, muchacho. ¡Mira!, puedes contemplar tu valle natal para que no se vaya volando a Avalon. (…) ¿Debes dejar a tu padre, muchacho… solo completamente en un valle de hombres que no son como él? Sí, creo que tienes que irte. Los planes de los muchachos son serios e inamovibles. ¿Qué puedo decirte yo para retenerte aquí, joven Henry? Tarea difícil de cumplir me encomienda tu padre.»
El viejo mago aparece de nuevo como mentor, convertido en un símbolo, en un arquetipo junguiano que pasaría a la posteridad. Y Morgan se eleva por tanto hasta ser más que un hombre y más que un pirata: es un ser mítico, un nuevo Arturo buscando su Camelot y su Ginebra, aunque en la novela de Steinbeck, y ésta es una más de sus genialidades, nunca llegue a encontrar ninguna de las dos, y su frustración le consuma.
Por tanto, el escritor californiano toma lo que quiere de la historia y del mito, los mezcla a su antojo y crea una historia fascinante, que ni es novela histórica, ni fantasía ni moraleja: es un canto a los sueños de juventud y a la desesperación de ver que no se cumplen.
Y pensar que esta novela no le gustó a nadie en su tiempo…
(De N.C. Wyeth – The Boy’s King Arthur: Sir Thomas Malory’s History of King Arthur and His Knights of the Round Table, Edited for Boys by Sidney Lanier (New York, Charles Scribner’s Sons, 1922). Scanned by Dave Pape., Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=2897164)
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