El valor real de los talleres de creación literaria

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El pasado 3 de abril tuvo lugar en el Café De catro a catro, en Vigo, la gran fiesta de fin de curso de Aliteraclara, escola galega de escrita creativa. En ella los alumnos de los niveles 3 y 4 de relato corto y del taller avanzado Gabriel García Márquez tuvimos la oportunidad de poner en común nuestros mejores trabajos y elegir a los favoritos, entre risas, música y bebida. Puedes leer la crítica que apareció en el periódico accediendo a este enlace.

Últimamente ha habido mucha discusión entre escritores, tanto noveles como consagrados, acerca de si tiene sentido que existan talleres de escritura creativa. Las principales voces en contra afirman que la creatividad es una cualidad innata y que a escribir se aprende leyendo a los clásicos y practicando mucho. Los más negativos incluso acusan a los profesores de esos talleres de aprovecharse de la ilusión de los autores que están empezando para robarles el dinero con falsas promesas de conseguir un best-seller en cuatro días.

Yo he estado en ambos lugares del pupitre: he asistido a talleres impartidos por autores muy renombrados y he dado algunos. Así que creo que debo escribir estas líneas.

Es un tema complicado, y cualquiera que sepa algo sobre el mercado editorial estará de acuerdo en que nadie que prometa a otra persona que, gracias a sus consejos, va a conseguir escribir un best-seller debe ser tomado en serio. No existen los gurús, ni los trucos mágicos, ni los atajos. Solo existe el trabajo continuado, con mucho esfuerzo y muchas derrotas. Eso es lo único que te puede prometer alguien. El éxito, en cambio, es un compendio de todo eso, suerte y casualidad. Y mucha honestidad, eso seguro. Hay que ser sincero y reconocer que incluso el mejor escritor de la Historia ha hecho auténticos bodrios en algún momento de su vida, así que más aún lo hará un novel. Por eso hay que seguir esforzándose día a día, mejorando el trabajo hecho, reconociendo sus imperfecciones e intentando pulirlas.

Pero, por otra parte, igual que no existen los trucos mágicos, sí que hay una técnica estructurada y, para conocerla, hay que estudiar escritura. Conceptos como la pistola de Chejov, la estructura en tres actos, la arquitrama, la elipsis narrativa o el narrador cuasiomnisciente son fundamentales para escribir una novela hoy en día, y solo aparecen nombrados como tales y explicados en textos teóricos sobre escritura, no en novelas. Así que, por mucho que una persona lea, nunca entenderá por completo esas técnicas. Sabrá que existen, pero no cómo se llaman; y sabrá cómo las han utilizado las grandes figuras literarias, pero no por qué lo hacían así, o si hay otras maneras posibles. Es decir, que la escritura, como cualquier otra profesión del mundo, hay que estudiarla, no solo practicarla.

Es como si un médico aprendiera a serlo solo con auscultar a mucha gente, o un albañil solo con poner juntos muchos ladrillos. Por supuesto, también hay profesores mejores que otros, y alumnos más brillantes y otros más torpes.

Por mantener mi propia autoestima, nunca le preguntaré a Clara do Roxo en cuál de esos dos grupos me ha visto a mí a lo largo del taller. Prefiero mantener la ilusión, como Dorothy.

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