Píldoras de historia: El día en que el papa ordenó que mataran a un banquero

«Sixto IV», por Justo de Gante, en 1475

Hubo épocas en las que poder, riquezas, tronos y papado se mezclaban en unas enrevesadas conjuras que solían terminar en sangre. Mercenarios y asesinos de toda condición recorrían las calles de Italia, contratados por influyentes hombres de negocios para eliminar de su camino a rivales igual de influyentes, cuyas familias respondían con terribles venganzas. Cargos, posesiones y títulos nobiliarios se habían convertido en premios que solo estaban al alcance de aquellos que fueran realmente despiadados. Han pasado ya más de cinco siglos desde la mañana, tal día como hoy, en que tuvo lugar la sangrienta conspiración de los Pazzi, auspiciada por el entonces papa Sixto IV.

Su nombre de nacimiento era Francesco Della Rovere, genovés, franciscano, cardenal y finalmente papa desde el año 1471. Se hizo célebre por los grandes artistas a los que atrajo a Roma, en plena eclosión del Renacimiento italiano, y en concreto hizo posible la restauración de unas treinta iglesias por toda la ciudad, la construcción de puentes, la pavimentación de calles y, sobre todo, la construcción de la Capilla Sixtina, a la que puso nombre.

Sin embargo, como todos los dirigentes de la Iglesia católica de su tiempo —y no solo los Borgia, aunque sean ellos los que carguen con la leyenda negra—, conspiró para orquestar guerras entre los reinos vecinos, repartió los principales cargos de autoridad entre sus familiares e incluso —y ese es el tema sobre el que trata este artículo— ordenó la muerte de los herederos de la familia más importante de Florencia: los Médici, que en 1478 estaban encabezados por el famoso Lorenzo el Magnífico.

De origen humilde y enriquecidos gracias a la banca, los Médici constituyeron uno de los pilares fundamentales de la Europa del Renacimiento y es imposible entender aquellos vaivenes políticos sin su contribución. Toda su historia comenzó con la profesión de banqueros en la ciudad de Florencia, lo que les permitió ganar una fortuna considerable a nivel mundial, con la que atrajeron a magníficos artistas —como Verrocchio, Botticelli, Leonardo da Vinci o Miguel Ángel— y obtuvieron cargos políticos de primer orden —desde el de confaloniero o portaestandarte de la ciudad de Florencia hasta que varios de ellos llegaron a convertirse en papas, reinas, duques, dictadores y otros nombramientos a la misma altura—. Pero eso atrajo hacia ellos los odios de otras familias, en este caso los Salviati y los Pazzi, también banqueros en Florencia.

Había dos cuestiones en liza: la ciudad de Imola —que el papa había arrebatado a Florencia, gracias a un préstamo de los Pazzi, y que para la que nombró gobernador a su propio sobrino, Girolamo Riario— y la ciudad de Pisa —que debía lealtad a Florencia, y por tanto a los Médici, pero en la que el papa nombró arzobispo a Francesco Salviati sin contar con ninguna otra opinión—. Además, la banca papal había sido retirada a los Médici y entregada a los Salviati, lo que dejaba clara la alianza que pretendía establecer Sixto IV y cuál no.

El papa ordenó a su sobrino —o consintió— que organizara la muerte de los Médici, lo cual tramó junto a los Pazzi y al duque de Urbino, leal al papa gracias a los privilegios que había obtenido de él. La mano ejecutora resultó ser la de Bernardo Bandini Baroncelli, un mercader florentino que obedecía a Francesco de Pazzi, sobrino del patriarca de la familia, Jacopo de Pazzi.

El domingo 26 de abril de 1478, Lorenzo de Médici y su hermano Juliano acudieron, como era tradición, a la misa solemne en la Catedral de Santa Maria del Fiore. Durante el momento de la consagración, se les echó encima una turba que incluía a Bernardo Bandini Baroncelli y Francesco de Pazzi. Juliano de Médici recibió diecinueve puñaladas en el cuerpo y un golpe de espada en la cabeza, por lo que murió en el acto. En cambio, Lorenzo el Magnífico logró salvar la vida al refugiarse en la sacristía.

Mientras esto ocurría, Francesco Salviati tenía órdenes de asesinar al confaloniero, Cesare Petrucci, para que su familia pudiera hacerse con el control de la ciudad sin oposición alguna. Sin embargo, Petrucci se enfrentó al asesino y consiguió volver las tornas, de modo que Salviati no tuvo más remedio que huir.

Los Pazzi trataron de levantar a las masas contra los Médici, pero estas no solo rechazaron sus intenciones, sino que incluso lincharon hasta matar a Francesco de Pazzi y su tío Jacopo, Francesco Salviati y Bernardo Bandini Baroncelli

«Il cadavere di Jacopo de’ Pazzi», por Oroardo Borrani, en 1864

La venganza de los Médici fue terrible, y no solo suya, sino de toda la ciudad de Florencia, que se levantó en armas contra los Pazzi. Girolamo Riario fue uno de los últimos conspiradores en caer muerto, pero este no lo hizo por mano de los Médici, sino de la familia Orsi, con la que tenía otras cuentas pendientes.

La muerte violenta del arzobispo Salviati sirvió como excusa al papa para declarar públicamente su enemistad con Florencia y ponerla en entredicho, es decir, prohibió la celebración de la liturgia y la administración de sacramentos, al tiempo que empujó al rey de Nápoles, Fernando I, a enfrentar sus ejércitos con los de Florencia. Esto hizo necesarias todas las dotes diplomáticas de Lorenzo de Médici para evitar una guerra entre ambas regiones, con el papado como eminente espectador.

Sixto IV murió en 1484, dejando tras de sí un cónclave formado por treinta y dos cardenales, de los cuales él había nombrado personalmente a veintitrés. Lorenzo de Médici murió en 1492 y tras su desaparición continuaron las intrigas, los asesinatos y el mecenazgo de las artes, sin que el intento de asesinato por parte de sus enemigos minara en absoluto su prestigio, su fortuna ni sus ansias de poder. De hecho, Julio, el hijo ilegítimo del asesinado Juliano de Médici, llegó a convertirse, en el año 1523, en el papa Clemente VII.

«Bernardo Bandini Baroncelli», por Leonardo da Vinci, en 1479

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