Historias asombrosas de la vida real: El anfiteatro de El Djem, muestra del colonialismo más antiguo.

De Hp.Baumeler – Trabajo propio, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=78463089

África es la región del mundo con una mayor historia colonial y en cuyas tierras aún perviven los signos más antiguos. Desde que empezaron a prosperar las civilizaciones de más allá del Mediterráneo, así como las del este del mar Rojo, todas ellas se volvieron hacia el Continente Madre, en busca de recursos naturales, comercio o esclavos. Al mismo tiempo, numerosas culturas expansionistas se decidieron a ubicar allí colonias o puestos de avanzadilla, que terminaron por crecer y formar grandes ciudades, en ocasiones incluso como cabeza de sus propios imperios.

De esta manera, un grupo de navegantes fenicios procedentes de la ciudad de Tiro fundó Cartago en el siglo IX antes de nuestra era. A partir de ahí, el asentamiento creció, prosperó, se independizó de la cultura de la que procedía y llegó a convertirse en un Estado propio, fuerte y hegemónico en el Mediterráneo. Hoy en día los restos de Cartago forman uno de los atractivos turísticos más impresionantes de la república de Túnez.

Pero no solo de Cartago vive este país. En la ciudad de El Djem, en la Gobernación de Mahdia, se encuentran algunos de los restos mejor conservados de la época romana, cuando prosperaba aquí la llamada ciudad de Tisdra o Thysdrus. Así, pueden verse los famosos mosaicos de su mercado, dedicados a la diosa África, con un cuerno de la abundancia en las manos. Los romanos siempre practicaron el sincretismo durante su expansión colonial: tomaron las creencias locales y las mezclaron con las propias, para que así resultara más fácil aceptar la colonización. Los nativos de la entonces provincia romana de África podrían seguir rezando a sus deidades, que se fueron poco a poco combinando con las más tradicionales de Roma.

Tras la caída definitiva de Cartago durante la Tercera Guerra Púnica, no hubo más hegemonía en el Mediterráneo que la que imponía Roma, y sus legiones y sus ciudadanos recorrían el mundo, levantaban ciudades e imponían la ley. Tisdra surgió como una importante ciudad romana construida sobre unos restos cartagineses, enriquecida por la producción de aceite de oliva. Eso dio lugar a la aparición de unos comerciantes ricos y al auge de la región.

De Diego Delso, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=51315486

En el siglo I de nuestra era se erigió un primer anfiteatro en la ciudad, primitivo y que no tardó en erosionarse. Tenía capacidad para unos seis mil espectadores y estaba ubicado sobre una colina.

En el siglo II apareció una construcción más evolucionada, para unas siete mil personas, y que se extendía en una explanada de la misma colina. Fue utilizada con frecuencia, pero Tisdra seguía creciendo, gracias a las abundantes rutas comerciales que hacían parada allí, de modo que este anfiteatro no tardó en quedarse pequeño también.

A comienzos del siglo III surge el gran lugar de espectáculos que haría famosa a toda la región. Se trata del más grande y el mejor conservado de África. Podía albergar a unos treinta y cinco mil espectadores, por lo que solo el coliseo de Roma y el anfiteatro de Capua eran más grandes que él. Estaba dedicado a combates de gladiadores y demostraciones con animales salvajes, que hicieron muy popular a la ciudad. De hecho, fue construido en pleno centro, para que resultara accesible a todo el mundo.

Sin embargo, esa época no fue demasiado halagüeña para Roma. La inestabilidad política era tan grande que entre los años 235 y 268 de nuestra era gobernaron unos veintiséis emperadores distintos, y casi todos ellos murieron de forma violenta. En el año 238, en concreto, hubo seis emperadores. Eso extendió el caos, las fronteras se volvieron inestables, los gastos de defensa se multiplicaron y la economía se hundió. Cada vez hacía más falta la contratación de mercenarios que garantizaran la seguridad de los ciudadanos romanos, que a su vez observaban cómo la inflación llegaba a cotas nunca vistas y los impuestos se volvían abusivos.

En ese mismo año, la clase rica de Tisdra se rebeló contra el opresivo emperador Maximino el Tracio, la revuelta se volvió generalizada y el prefecto local fue asesinado. La oposición al emperador eligió como representante al anciano procónsul Gordiano, de ochenta años por entonces, que aceptó gobernar el Imperio junto a su hijo. El Senado le dio la razón el 22 de marzo y lo nombró Gordiano I, con el sobrenombre del Africano, mientras que su hijo sería Gordiano II. Ambos entraron en Cartago como vencedores y las provincias se pusieron a sus órdenes. Una de las primeras decisiones que tomaron fue la sustitución de Capeliano como gobernador de la provincia de Numidia, por la constatación de que era leal a Maximino. Pero Capeliano rechazó esa petición y se levantó en armas contra los nuevos emperadores. El ejército de Numidia arrasó la provincia de África y depuso a los dos Gordianos, provocando incluso la muerte en combate del segundo. El anciano padre, al considerarse responsable de lo que había ocurrido, se ahorcó utilizando su propio cinturón. Pero eso no detuvo la violencia: el Senado se opuso al gobierno de Maximino y este continuó con su política de extorsión y utilización del ejército para promover el terror, hasta que sus propios soldados lo mataron a él y a su hijo, y enviaron sus cabezas a Roma con la intención de congraciarse con el Senado. Este nombró como emperador, en último término, al nieto de Gordiano, que asumiría el cargo como Gordiano III, a finales del año 238, sin que tampoco le durara mucho la tranquilidad.

Una historia terrible que daría lugar a la progresiva decadencia del Imperio.

También se cuenta que en este anfiteatro se atrincheró la reina guerrera Kahina en su rebelión contra las tribus árabes durante el siglo VII de nuestra era, pero esa será una historia para otro día.

Sangre, herencias, revoluciones y poder se mezclan en torno al anfiteatro más grande y mejor conservado de toda África, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1979, y que cada año visitan más de quinientos mil turistas. Ellos afirman que aún se puede sentir la magnificencia de aquellos ciudadanos romanos en las colonias, el ardor que ponían en sus diversiones habituales y el dolor de tantos esclavos que murieron bajo las garras de las fieras, en la época de mayor auge económico de la región.

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De Diego Delso, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=51315489