Historias asombrosas de la vida real: El mapa de Piri Reis o el misterio de la Antártida prehistórica

Con frecuencia, la Historia de la Humanidad ha pecado de europeocentrismo, por medio de un colonialismo cultural y económico muy arraigado. Términos como «el descubrimiento de América» o «el descubrimiento de las fuentes del Nilo» demuestran nuestra incultura y nuestra falta de respeto hacia los pueblos que ya vivían en esos lugares antes de que ningún europeo los pisase.

El mundo islámico se convirtió, durante la Edad Media y la Edad Moderna, en uno de los puntos de mayor avance científico y artístico de la humanidad. Poetas, traductores, arquitectos, filósofos y otros muchos sabios compartían conocimientos en una vasta red que abarcaba desde la Península Ibérica hasta las tierras más lejanas de Oriente. Solimán el Magnífico —apodado «el Legislador» entre los autores islámicos— no fue solo un brillante estratega militar y un líder ambicioso, sino también un gran poeta y un importante mecenas de los movimientos artísticos de su tiempo. Con sede en el Palacio de Topkapi, llegó a formar una Ehl–i Hiref o «comunidad de talentos», donde los genios de las artes más diversas compartían su conocimiento con los jóvenes.

Justamente fue en el Palacio de Topkapi donde se encontró una de las piezas más extrañas y quizá más valiosas de toda la historia del Imperio otomano. En 1929, el Gobierno turco encargó una tarea muy compleja a un grupo de estudiosos: clasificar todo el material histórico del que se disponía en el Palacio de Topkapi, con el fin de convertirlo en un museo. Pero lo que nadie esperaba fue que hallasen un extraño mapa del siglo XVI que definía perfectamente costas que por entonces aún no habían sido descubiertas. Es el mapa de Piri Reis, una de las joyas del tesoro de Turquía, que por desgracia no puede ser expuesto, dado lo frágil de su estado. Se trata del fragmento de un mapa de navegación dibujado en 1513 sobre cuero de gacela, y que mezcla leyendas de la época con una descripción pormenorizada de las costas de América e incluso de la Antártida. Algo absolutamente imposible.

El autor fue Ahmed Muhiddin Piri, también conocido como Hājjī Mehmet y como Piri Reis —«Reis» era el título que otorgaban en el Imperio otomano a los almirantes de la flota naval—. Nacido en 1465 en Galípoli, Turquía, se crió con su tío, Kemal Reis, un importante corsario otomano, famoso por sus frecuentes ataques a Málaga o Córcega y por ayudar a salir de España a los judíos y musulmanes expulsados. Piri aprendió así a navegar y conoció lugares remotos, además de hablar numerosos idiomas. Su pasión era la cartografía, en una época en la que constantemente se llevaban a cabo nuevos descubrimientos. En 1488, el portugués Bartolomé Díez avistó por primera vez el llamado por entonces Cabo de las Tormentas, hoy en día Cabo de Buena Esperanza. En 1492, Cristóbal Colón puso un pie en un nuevo continente. Era un tiempo vibrante para un cartógrafo, cuando se estaban empezando a definir los mapas.

En 1526, Piri Reis regaló al sultán Soleimán el Kitab–ı Bahriye o Libro de las materias marinas, un completísimo atlas de navegación que incluye un total de 5700 mapas solo del Mediterráneo. Su grado de detallismo y su complejidad no han sido igualados nunca en la historia, lo que le granjeó la fama universal.

Lo que no sabía nadie hasta 1929 era que Piri Reis había dibujado otro mapa trece años antes, esta vez dedicado al Mar de las Tinieblas, como entonces se denominaba al Océano Atlántico. El mapa de Piri Reis es una maravilla y a la vez un enigma. Perfilacon una exactitud portentosa la línea de la costa occidental de la Península Ibérica y del continente africano, aproximadamente hasta el golfo de Guinea. Desde allí, traza las llamadas líneas de rumbo, que marcan direcciones para atravesar el mar y que eran muy habituales entre los marinos de esa época. Pero sin duda lo más curioso resulta lo que encontramos hacia el oeste y el sur. El mapa es sorprendentemente correcto a la hora de definir cómo es la costa este de América del Sur. Aparecen Brasil, los Andes, el río Amazonas, el Orinoco y el río de la Plata, e incluso una llama pintada. También se muestran algunas leyendas de su tiempo, como la isla de Antillia —que luego dio nombre a las Antillas— y San Brandán —que podría corresponderse con las Azores—.

El gran misterio llegó al ver lo que Piri Reis había dibujado al sur de América: una gran masa de tierra que se correspondería con la Antártida, pero no como la conocemos ahora, sino como se encontraba hace unos cuatro mil años, antes de la última glaciación. Piri dibuja los accidentes costeros exactamente como sabemos que se encuentran bajo el hielo actual. Sin embargo, este continente helado no fue descubierto hasta 1603, cuando lo divisó el español Gabriel de Castilla, y más tarde, en 1820, por los exploradores rusos Fabian Gottlieb von Bellingshausen y Mijaíl Lázarev. Entonces, ¿qué es lo que aparece en el mapa otomano?

Resulta bien conocido que Piri obtuvo sus datos de uno de los marineros de Colón, a quien capturó Kemal Reis en 1501, y que por entonces obraba en su poder un mapa que había dibujado el propio almirante genovés durante su primera travesía al Nuevo Mundo. Kemal le entregó el mapa a su sobrino, que mezcló aquellos descubrimientos con lo que ya sabía, por haberlo obtenido de cartas de navegación portuguesas y ptolemaicas. Pero además Piri afirma haber descubierto otros lugares gracias a la información obtenida de los que llamó «los antiguos reyes del mar». Al no ser más claro en su explicación, esto disparó las elucubraciones.

Algunas fuentes aseguran que Piri Reis tenía acceso a cartas provenientes de culturas previas, que habían recorrido los mares siglos antes que él. La versión más probable es que simplemente trazó lo que pensaba que podía ser la costa sur de América, con más tentativa que base real, y nuestro conocimiento actual acerca de la Antártida hace que queramos ver ahí lo que solo sea una aproximación voluntariosa. Todo parece indicar que es nuestra mente la que nos traiciona.

Aun así, el mapa de Piri Reis constituye un verdadero tesoro histórico y durante mucho tiempo ha aparecido en los billetes de Turquía. La única pena es que no se pueda exponer en público ni tampoco someter a estudios intensivos, con el fin de esclarecer a qué se refería el navegante con eso de «los antiguos reyes del mar».

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