Documentándome: Los pueblos del desierto

Uno de los elementos que caracterizan una novela de aventuras es el entorno en el que sucede la acción ⸺los otros dos son la trama y el ritmo narrativo: sobre esos tres pilares se erige este género⸺. El entorno narrativo ⸺en los últimos años llamado worldbuilding⸺ de una novela de aventuras suele ser exótico, misterioso, intrigante, desconocido pero familiar y propenso a las escenas de acción. Los protagonistas recorren los lugares principales en busca de algo o escapando de algo, y siempre ese entorno se convierte en un elemento definitorio del resultado final. Los piratas recorren el mundo en pos de un tesoro escondido en un emplazamiento significativamente remoto, los prófugos se esconden en localizaciones apartadas y las pruebas de madurez se realizan donde nadie se atreve a llegar. Lo que unos y otros se encuentran por el camino marca el devenir de los acontecimientos.

Hay muchas formas de definir un entorno narrativo, que básicamente comprenden los lugares geográficos ⸺una montaña inalcanzable, una isla perdida, un barco sin rumbo⸺ y las características sociales del grupo humano ⸺razas, edades, sexos, idiomas, costumbres, modelos económicos, creencias religiosas, potencias hegemónicas o desarrollo del armamento y acceso a él por parte de la población general⸺.

Todas estas cuestiones me las planteé en profundidad cuando estaba escribiendo mi próxima novela, de la que podrás encontrar más información en este enlace. Tenía claro que iba a transcurrir en el desierto del Sahara durante la Edad Moderna, esto es, en el período histórico comprendido entre el descubrimiento de América y la Revolución Francesa. Esto abarca una época compleja en la que iban desapareciendo los pequeños reinos independientes y señoríos feudales tan propios de la Edad Media, y poco a poco volvían a surgir los grandes imperios. Españoles, germanos, franceses, ingleses y turcos se enfrentaban los unos a los otros por hacerse con la hegemonía del mundo. Y mientras, las demás naciones estaban obligadas a posicionarse.

Por tanto, los pueblos del Sahara se comportaron en aquella época como un guiso de elementos discordantes, del pasado más remoto y del presente más alejado geográficamente. Viajeros de Oriente y Occidente llegaban a este rincón en busca de fortuna o huyendo de alguna persecución. No era un destino muy deseado, a diferencia de los reinos del sur, a donde se dirigían las caravanas de dromedarios. Por tanto, el Sahara quedó reducido a un lugar de paso, una necesidad en un continente rico que todas las potencias querían explotar. Una mezcla anárquica de pueblos mal avenidos.

El Sahara ⸺«El gran desierto», en árabe⸺ es una de las regiones donde a la vida le cuesta más salir adelante. Vastos territorios de arena, piedra, grava y sal, con solo algunas zonas por donde discurren ríos estacionales ⸺que se forman durante el deshielo de las montañas y se desecan en verano⸺ y unos cuantos oasis que nacen a partir de escasos pozos de agua. El clima es especialmente duro, con unas temperaturas extremas y unas precipitaciones escasísimas y limitadas a épocas muy concretas. Por otra parte, los picos de montaña son tan altos que en sus cumbres aparecen fuertes vientos, hielo y nieve. Las tormentas de arena y los tornados son habituales, hasta el punto de que los nómadas los consideran los enemigos más peligrosos del hombre, por encima incluso de las fieras y solo superados por la sed. Los científicos consideran que este clima ha permanecido más o menos estable durante los últimos doce mil años.

Sin embargo, eso no ha impedido que el desierto del Sahara albergara a muchas de las grandes culturas de la humanidad. Tribus, pueblos e imperios han atravesado este lugar sin esperanza y en muchos casos han establecido allí reinos muy poderosos.

Alrededor del año 9000 antes de nuestra era (ANE), los nubios dominaron un territorio que aún estaba sin desertizar y allí establecieron las primeras comunidades sedentarias. Lograron domesticar a grandes rebaños de ganado, formaron una sociedad perfectamente estructurada e incluso investigaron la posición de las estrellas y su relación con el transcurso de las estaciones. De todos estos hechos dejaron constancia en unas valiosísimas pinturas rupestres.

La región de Nabta Playa, en el desierto de Nubia, alberga enormes yacimientos arqueológicos que muestran un pueblo que vivió en torno a un lago estacional y logró dominar el arte del pastoreo gracias a la vegetación que crecía en las orillas. Se han localizado tumbas dedicadas al ganado vacuno, que demuestran el desarrollo de una adoración por este, en la forma de Hathor, la diosa vaca. Del animismo de las tribus más sencillas surgieron los panteones más sofisticados, y así, del culto a los animales que les proporcionaban vida, evolucionarían más tarde las creencias de la mitología egipcia.

De la época de los nubios, alrededor del año 6000 ANE, procede también el sorprendente crómlech de Nabta Playa, que los expertos consideran un observatorio astronómico primitivo y un calendario basado en la posición de las constelaciones. Curiosamente, el crómlech más famoso de todos, el monumento de Stonehenge, data aproximadamente del año 3000–2000 ANE, mucho más reciente por tanto.

La desertización del área obligó a sus moradores a buscar lugares nuevos donde vivir. Los oasis, pozos y caminos se volvieron elementos fundamentales de supervivencia, hasta el punto de desatar guerras frecuentes entre unas tribus y otras. Tan solo el valle del Nilo presentaba un clima estable y una fuente de agua permanente. El Nilo es el mayor río de África y atraviesa el continente de sur a norte, hasta llegar al Mediterráneo. En sus orillas acumula grandes cantidades de limo que vuelven fértiles las tierras y permiten los cultivos. Por esa razón se establecieron allí las primeras comunidades, que dieron lugar al Egipto de los faraones.

Desde el norte llegaron exploradores provenientes de lugares remotos, que establecieron colonias en África, como los fenicios ⸺de los que provienen los actuales bereberes⸺ o los griegos ⸺que terminaron por helenizar todo Egipto y dieron inicio a su propia dinastía de faraones⸺. Los romanos llegaron más tarde, construyendo ciudades, levantando fortalezas y torres de vigilancia. Hoy en día muchas de esas construcciones siguen parcialmente en pie, más como vestigios de una época olvidada que como una realidad, y sirven de refugio a las caravanas que atraviesan el desierto.

Pero sin duda la mayor influencia fue árabe. A partir del siglo VI de nuestra era, tribus provenientes de Arabia se extendieron por el continente africano y llevaron consigo su cultura, su ciencia y su fe islámica. Pronto el territorio entero se islamizó, lo que fraguó una cercanía cultural entre pueblos que se encontraban a grandes distancias. Se organizaron rutas comerciales a través del desierto que permitían el comercio de oro, sal y esclavos negros, y que iban desde los reinos del sur hasta el Mediterráneo, y una vez allí, a todas partes del mundo.

Cuando el Imperio otomano llegó a África en el siglo XVI, lo tuvo mucho más fácil para dominar a los reinos locales. El árabe ya era la lengua general y el islam la religión predominante. Las rutas se mantuvieron inalteradas y simplemente cambiaron de destino final.

De eso es precisamente de lo que trata esta novela: de la resistencia al colonialismo cultural y bélico, de los pueblos que no quisieron adaptarse ni servir a un nuevo amo, sino mantener sus viejas tradiciones, aunque tampoco fueran suyas realmente, sino heredadas de otros tiempos, otros pueblos y otros colonialismos anteriores. Cada sociedad es hija de su tiempo, pero también de todos los tiempos anteriores, de todas las sociedades que la precedieron y le entregaron sus conocimientos, sus valores, sus dioses y sus sueños. Y ahora no queda para recordarlas más que unos dibujos en una piedra, unos pergaminos olvidados o una novela de aventuras que transcurre en el desierto, y que trata sobre las personas que vivieron allí durante tantos siglos.

Más pueblos remotos, desiertos imposibles y guerras por un pozo de agua ⸺o no⸺ en este enlace.