
El pasado día 23 de abril se celebró el Día del Libro y las principales librerías del país realizaron descuentos, promociones, sorteos y también firmas de autores. Era una ocasión estupenda para volver a salir a la calle y buscar libros, para recuperar la fiesta de la lectura que no se pudo llevar a cabo el año anterior y para encontrarse con esos libreros y escritores que uno aprecia, admira y sigue, y de los que, por desgracia, llevábamos tanto tiempo separados.
En Libraría Cartabón de Vigo pensaron que era una ocasión estupenda para que yo realizara una firma de mi nueva novela, El cazador de tormentas, que lleva a la venta desde el pasado 12 de abril. Engalanaron su espacio, repleto de libros hasta el techo, y colocaron a la entrada una mesa con los carteles de la portada. Allí estuve la tarde entera, firmando todos los libros que había para vender. Un encuentro delicioso, tranquilo y muy gratificante.

Las nuevas medidas de seguridad anti–COVID han hecho casi imposibles las presentaciones clásicas de libros. Esos encuentros con una sala llena en los que un autor hablaba durante largo tiempo sobre sí mismo y la importancia de su obra para el futuro de la humanidad han pasado a la historia, y quizá no sea una mala noticia. Muchas veces he pensado que los escritores pecamos de un enorme ego ⸺y en esto de los defectos me incluyo⸺ y nos encanta explayarnos acerca de lo divino y lo humano, acerca de las muchas fuentes que hemos utilizado para escribir cada línea ⸺y cuanto más pedantes y desconocidas por el resto de los mortales, mejor⸺ y de cuánto hemos sufrido para que ese libro en cuestión llegue al mercado.
La nueva realidad que ha dejado la pandemia, con aforos limitados en todos los locales y distancia de seguridad, obliga a que las presentaciones se reconviertan en firmas, sin charlas infinitas y con lectores que entran y salen de manera fluida. El contacto entre personas se minimiza en el tiempo, pero eso aporta una ventaja adicional: el contacto con el autor, por contra, es más cercano. Un escritor y su obra se encuentran cara a cara con los posibles compradores, sin charlas previas, y solo queda mostrarse tal cual. El mensaje se vuelve más directo, la realidad aflora frente a todo lo que se pueda llevar preparado.

El viernes 23 estuve firmando desde las cinco hasta las ocho y media ⸺que al final se volvieron las nueve⸺, y el resultado fue estupendo. La librería estuvo abarrotada todo el tiempo, siempre guardando las medidas necesarias, y eso convirtió el día en una verdadera fiesta de los libros. Gonzalo y Maribel, los dos pilares en los que se sustenta Cartabón desde hace años, iban y venían con una enorme sonrisa de satisfacción al ver tanto interés por la lectura entre la población viguesa, después de un año tan duro. La gente entraba, miraba en los estantes, preguntaba por obras antiguas o recientes, llevaba a sus niños y se perdía en aquel mar de publicaciones colocadas con un orden estricto. En su cara había ilusión por leer, por recuperar el tiempo perdido y los buenos hábitos. De hecho, tanto Gonzalo como Maribel afirman que ellos han comprobado el aumento de la lectura en este tiempo de pandemia, por lo que se sienten muy felices.
Por mi parte, me establecí en una enorme mesa a la entrada, donde situé mis bártulos para hacer el show: suelo acompañarme del rotulador bueno de las firmas, un sello de Nilidia obra del ilustrador Sal Donaire, una réplica de las dagas medievales de entrenamiento o un trabuco. El público, sobre todo el infantil, se acercaba y preguntaba qué era todo aquello, para qué servía o si podía coger un caramelo de la gran fuente que tenía a mi lado. Esto último fue un acierto por parte de Maribel, porque logró que mucha gente se acercara y así yo pude poner en práctica mis artes oscuras para hacer que compraran la novela.

De paso, hablé sobre esgrima, armas antiguas, hechicería, novelas de aventuras y un montón de locuras más. Hablé sobre el mercado editorial, sobre la suerte que implica hoy en día tener una editorial a tus espaldas, y sobre las posibilidades que tenemos los nuevos autores. Y al final vendí absolutamente todos los ejemplares que había en la librería. No me quedo ni uno. Todos fueron a parar a lectores entusiasmados, y espero que felices.
Quiero agradecer expresamente a tantos amigos que se pasaron por allí y quisieron hacerse con mi obra. Y quiero agradecer a todos los que, sin conocerme de nada, le dieron una oportunidad a El cazador de tormentas. La lectura se sustenta gracias a los fieles y tener la mente abierta a nuevos autores puede darte grandes alegrías ⸺que es lo que deseo que ocurra en este caso⸺. Es necesario volver a soñar con parajes exóticos, aventureros y villanos, porque eso nos permitirá vivir miles de vidas en una sola.

La próxima parada de esta novela será Pontevedra, este mismo viernes, en Cinania Libros. ¿Te animas a venir y hablamos un rato de tú a tú?
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