Documentándome: El origen de las novelas de aventuras

Como te he venido contando en otros artículos, que podrás encontrar en este enlace, acabo de publicar una novela de aventuras: El cazador de tormentas. Es una historia ágil que estoy seguro de que te encantará. Te dejo toda la información aquí. Pero para eso he tenido que formarme, investigar mucho y conocer en profundidad el género para el que escribo.

¿Y qué tienen de particular las novelas de aventuras?

El género literario de las novelas de aventuras es quizá el más antiguo de todos, pues ha acompañado a la humanidad desde sus tiempos más antiguos y en cada una de sus épocas más significativas. Ha crecido con los imperios más poderosos, ha viajado con los navegantes y ha ido siempre sobre los hombros de los pioneros, porque los humanos no sabríamos vivir sin historias.

Desde la aparición de los primeros asentamientos humanos, hubo historias de aventuras. Los primeros homínidos se reunían en torno a las hogueras, al resguardo de las fieras que pretendían cazarlos, y contaban historias. Así aparecieron los mitos, los dioses y los contadores de cuentos. Las pinturas rupestres constituyen la manifestación artística más antigua de la historia de la humanidad y en ellas aparecen las aventuras de la época: cacerías de animales salvajes, con carreras, flechas y el peligro de morir en el intento. También mapas de los lugares donde se encontraban los ríos, donde obtener buenas presas y donde protegerse de los clanes rivales. No es extraño que haya tantas novelas de aventuras ambientadas en la Prehistoria, ya que en ese tiempo surgieron las primeras vivencias asombrosas.

Las historias pretendieron siempre divertir y formar. Estaban creadas para entretener a quien las oyera, pero también para enseñar costumbres útiles, advertir de los peligros y obtener una moraleja. Los dioses personificaban los misterios de la naturaleza que se cernía sobre ellos, y muchos pueblos antiguos llevaban a cabo rituales mágicos para lograr sus favores. Cánticos, bailes, pinturas e historias constituían vehículos maravillosos para forjar el lazo con sus deidades, que a través de esos medios podían favorecer a unos o a otros.

La principal característica de esas historias era la unión de narración y enseñanza, algo que habría de perdurar a través de los siglos.

El siguiente paso fue el del poema épico. De la narración oral se pasó a los primeros escritos y de los poblados o cuevas a las primitivas ciudades de las civilizaciones en desarrollo. Las historias trataban acerca de héroes formidables que recorrían el mundo con sus hazañas, acabando con monstruos y protegiendo a la humanidad. Además, sirvieron como una forma de defensa del espíritu de cada nación concreta, cuyos habitantes aprendían de esta manera los valores correctos y afirmaban su identidad. El Poema de Gilgamesh, la Odisea, la Ilíada o la Eneida pertenecen a este género y entre sus líneas enseñaron el esquema de dioses del Cosmos o la actitud que mostraban los héroes con su alto nivel de valores morales.

Conforme desapareció la era de los grandes imperios, Roma se fragmentó en dos colosos y uno de ellos cayó en poder de los bárbaros, las narraciones se hicieron más mundanas y la fantasía cedió paso al realismo épico —igual que el politeísmo resultó ahogado por el cristianismo—, pero las historias de héroes seguían siendo las más valoradas. A esta época pertenecen los cantares de gesta, como La canción de Roldán, El cantar de mío Cid, Beowulf o El cantar de los Nibelungos. Los juglares iban por las cortes reales leyendo estos largos poemas o actuaban en las calles frente a la multitud, ya que gran parte de la población no sabía leer por sí misma. El saber, los valores y la educación se transmitían de pueblo en pueblo y en ocasiones transformaban las características de la historia con el paso del tiempo. Gigantes y brujas se mezclaban con sarracenos y cristianos, y las batallas eran reescritas al gusto de la multitud. Así, sabemos que los hechos históricos que sucedieron en realidad durante la batalla de Roncesvalles no guardan prácticamente ninguna similitud con lo que cuenta de ella La canción de Roldán, entre otras razones porque el poema fue escrito unos tres siglos después de la época de Carlomagno. Pero eso no importaba mucho entonces. Lo crucial era divertir a los asistentes, tanto monarcas como plebeyos, que eran los que garantizaban el sustento del juglar.

Del verso se llegó a la prosa y, de los cantares de gesta, a los libros de caballerías, muy apreciados en la Europa del sur durante los siglos XV y XVI de nuestra era (NE). Se basaban en un concepto muy similar: la narración de aventuras fantásticas, generalmente protagonizadas por un caballero de inmenso valor que debe enfrentarse a una serie de pruebas y monstruos con la ayuda de algún objeto mágico y con la guía de un sabio hechicero que le sirve de mentor. El amor cortés por una dama idealizada, los entornos ficticios y la guerra santa contra sus enemigos aparecían también con mucha frecuencia. Sin duda, la obra más conocida de este género es el Amadís de Gaula, una de las obras más populares en su tiempo y que sentó las bases para otros muchos imitadores. Reyes, nobles, religiosos y gente de la calle se deleitaban con las aventuras de estos héroes increíbles, que recorrían un mundo inventado con el único afán de hacer que triunfara el bien.

Tan enorme fue su influencia que, en 1605, Miguel de Cervantes publicó su respuesta a esta moda de los libros de caballerías con una obra burlesca y desmitificadora que se convirtió en la primera novela moderna de la historia: El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha. Basándose en aquellos escritos de los que pretendía hacer mofa, Cervantes tomó al caballero, los gigantes, la dama, el escudero y muchos elementos más y los combinó de una forma ridiculizante para así terminar con esa época e iniciar una nueva.

El Quijote cambió la historia de las letras, hasta el punto de que ha sido considerado el mejor trabajo literario jamás escrito y el más influyente en su tiempo y en todos los venideros. Una obra puntera y definitoria de una nueva manera de narrar que hemos heredado hoy en día.

Y ese solo fue el comienzo de un tiempo nuevo, que también, por supuesto, estuvo plagado de historias de aventuras.

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