
En estos días de cuarentena, una de las mejores formas de compartir lecturas con los demás es participar en alguno de los muchos Clubes de Lectura por Facebook que existen. Si no sabes de qué hablo, puedes encontrar información en este artículo que les dediqué.
Pues bien, uno de los más activos es «Lecturas fantásticas: Club de lectura de fantasía juvenil» (en el que podéis entrar mediante este enlace de aquí). El mes pasado leímos «Coraline», una de las obras más importantes de Neil Gaiman. Si tampoco lo conoces a él, tal vez sea porque llevas treinta años en un refugio antiatómico, sin contacto con el resto de la humanidad. No cabe otra explicación, porque Gaiman es uno de los escritores más reputados del mundo y merecedor de todos los premios imaginables.
De todas formas, te resumo que Neil Gaiman es un autor británico que ha revolucionado el mundo del cómic, la novela, el relato corto y el ábum ilustrado. Creador de auténticas maravillas como «The Sandman», «American Gods», «Mitos nórdicos» o «Stardust», ha vuelto a poner de moda el género fantástico, que gracias a él ha invadido los telediarios, las grandes superficies o las plataformas de streaming. Sus obras han sido adaptadas al teatro, la radio, la animación y el cine, siempre con éxito. Es una figura imprescindible en la historia de la literatura contemporánea y ha llegado a serlo gracias a su dominio, entre otras cosas, de las fuentes clásicas, que reinterpreta, adapta y convierte en productos nuevos, rabiosamente modernos.

«Coraline» es un ejemplo de esta premia. Gaiman publicó la novela en el año 2002 y por ella obtuvo los Premios Hugo y Nebula a la mejor novela corta y el Premio Bram Stoker a la mejor obra para lectores jóvenes. The Guardian la consideró una de las 100 mejores novelas del siglo XXI y en 2009 fue adaptada en forma de película de stop-motion, que también obtuvo un éxito considerable.
«Coraline» funciona como actualización de los cuentos clásicos medievales, con una bruja que devora niños, un gato con capacidades extrañas y un mundo secreto más terrorífico de lo que podría parecer. Comparte algunos elementos con «Las crónicas de Narnia» y, sobre todo, con «Alicia en el país de las maravillas», pero además Gaiman lo viste todo de fantasía, surrealismo y terror. Esta es la historia de una niña que se muda con su familia a un viejo caserón y descubre que hay una puerta que no se puede abrir. Eso, como es lógico, despertará su curiosidad hasta obligarla a encontrar la llave que le permita el paso. Sin embargo, lo que hay al otro lado resulta bastante más oscuro y siniestro de lo que ella habría pensado.
«Coraline descubrió la puerta al poco tiempo de mudarse de casa.
El dificio era muy antiguo: tenía un desván debajo del tejado, un sótano al que se accedía desde la planta baja y un jardín cubierto de vegetación lleno de viejos árboles de gran tamaño».
La novela empieza deprisa, con un orden que no tarda mucho en romperse y una niña aventurera que descubre un mundo similar al suyo, pero habitado por espíritus malignos que llevan décadas encerrando a otros niños como ella. La idea de un universo paralelo a modo de espejo forma parte de los clásicos de la literatura de fantasía y ciencia-ficción, pero aquí asume un tono mucho más siniestro, con una «otra madre» que planea atravesar los ojos de la protagonista con agujas de calceta y coserle unos botones en su lugar, para que no tenga más remedio que quedarse allí. De esta forma, se crea la metáfora de que en ese otro universo los muñecos de peluche se han convertido en amos de la creación y esclavizan a los humanos para jugar con ellos. Uno de los sueños más terribles que puede tener una niña como Coraline.
El propio Gaiman reconoció que esta historia surgió en su cabeza por un hecho casual. Estaba empezando a escribir un cuento sobre alguien llamado Caroline cuando por error tecleó el nombre con la a y la o cambiadas. Eso le hizo pensar en la manera tan simple en que un personaje puede convertirse en otro, que sería como un reflejo suyo pero a la vez diferente. Entonces, ¿quién era esa Coraline de la que había escrito el nombre? ¿Y qué tenía que ver con un espejo? A partir de ahí, su creatividad se disparó.
La novela muesta escenas terroríficas que pueden helar la sangre al lector. En este sentido, recuerda a las truculentas historias para niños de la Edad Media, cuando los cuentos servían para hablar sobre los terrores que había por el mundo. La propia frase de la primera página ilustra sobradamente la intención que tenía Gaiman: «Los cuentos de hadas superan la realidad no porque nos digan que los dragones existen, sino porque nos dicen que pueden ser vencidos (G. K. Chesterton)».
Una de las intenciones más loables que puede tener cualquier clase de narración.

Más gatos extraños, brujas con botones por ojos y casas misteriosas (o no) en este enlace.